No es nada
fácil limitarse a unos pocos buenos momentos, a unos pocos valores aprendidos, cuando afortunadamente vivimos
tantos y nos regalaron tantos. Este viaje ha superado en mucho mis
expectativas, pero justo es esto lo que me encanta, que lo vivido, por una vez,
supere a lo esperado. Nuestra semana en
Soria está, por ello. repleta de momentos y de detalles que desearía no olvidar
nunca ¿Por qué no repetirlo?
Tras nuestro viaje por esas tierras de Castilla, he entendido muy bien el amor que Machado
sintió por Soria. Soria está llena de paisajes preciosos que nadie debería
limitarse a verlos inmóviles en las fotografías, son paisajes llenos de sensaciones
que hay que vivir en persona y que nosotros disfrutamos mucho porque antes habíamos
aprendido un cúmulo de cosas sobre ellos, cosas que ahora encajaban a la perfección.
Este viaje nos ha mostrado una forma diferente de
conocer mundo y de aprender literatura,
naturales, historia o arte: hemos
descubierto una forma de trabajar más dinámica y libre, que consiguió salvarnos
de la monotonía. Pero lo mejor ha sido que hemos aprendido unos valores muy
importantes y desgraciadamente muy poco frecuentes en el mundo materialista que
nos rodea. De todos estos valores quiero destacar dos: la humildad y la
generosidad. ¡Fue fantástico que personas desconocidas se familiarizaran tan
rápidamente con nosotros, y con tanta naturalidad y afecto! Sin pedir nada a cambio compartieron con
nosotros un tiempo de sus vidas para acompañarnos y hacer mucho mejor nuestro
viaje. Nos regalaron gestos tan valiosos como el de Ricardo, que no abrió las
puertas de su casa, o el de Teresa, que nos abrió las puertas de su corazón.
Valoro muchísimo la colaboración de Ricardo, de Teresa, de César, de Pepe, de
Montse, y su cálida presencia en nuestro viaje.
Laguna Negra |
Recuerdo un momento muy preciso que me estremeció.
Yendo a la Laguna Negra
caí rendida en el autobús y me dormí. Al abrir los ojos, no sé cuánto tiempo después, el paisaje se
reducía a un solo y apacible color: el blanco. Un escalofrío recorrió mi cuerpo:
de repente estaba todo nevado. No tenía
ni la más remota idea de que íbamos a pasear por la nieve. Me encantaba el
paisaje que mis ojos contemplaban y el sueño se me pasó de golpe: era imposible
dormirse ante esas magníficas vistas.
Me encanta el mundo rural y me enamoré de los
pueblecitos que visitamos, cada uno de
ellos tenía un toque diferente y encantador. Recuerdo también momentos muy
importantes que esta vez no destacaban por el lugar donde estaba, sino por con
quien los compartía: comidas y noches en el albergue, trayectos en el autobús,
conversaciones... Todo el viaje estuve junto a grandes personas. A algunas tuve
la oportunidad de conocerlas mejor y con otras, nuestra amistad se hizo todavía
más fuerte. Y es que compartir un viaje con las personas que quieres, no tiene
precio y tampoco, como diría Avelino,
una mesa en la que está rodeada por tus más grandes amigos.
Maria Esteve Albero
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