El viaje a Soria
fue muy especial: cada día, cada momento, cada situación… Para mí fue un viaje inolvidable, pero si me
tengo que quedar con sólo un día, elegiría
el jueves. Desde que nos levantamos - como cada noche, habíamos dormido
muy poco- pensé que sería un gran día. Después
de desayunar fuimos al pueblo de Avelino Hernández.
En el Casino de la Amistad de Soria, en la visita que nos hicieron una
noche al albergue de Valdeavellano de Tera, tuvimos
la ocasión de coincidir con Ricardo, el hermano de Avelino, pero en ese
día lo conocimos más a fondo. Su forma de hablar y contar las cosas, su forma
de actuar y ese lado más profundo suyo que pude intuir, me impresionaron mucho.
A mí Mientras
cenan con nosotros los amigos me gustó mucho, así que me interesaba mucho
saber más sobre Avelino Hernández, por eso escogí rodar la película que trataba sobre él. Sabía que el jueves iba a ser un día grande y no me defraudó.
En el camino vimos, como cada día, un paisaje magnifico.
Aunque algunos ratos dormía, en los que estaba despierto pude contemplar ese
paisaje austero y espiritual que describía Antonio Machado en sus poemas.
Valdegeña me
deslumbró. Me gustaron las casas. Todas eran rusticas y antiguas, ninguna mejor que la otra. Valdegeña era un pueblo
tranquilo. Cada rincón me gustaba, todo
era muy sencillo, pero diferente a otros lugares. Aunque un poco me recordaba a La Granada, mi pueblo, pero no al pueblo que veo ahora, sino al que conocí cuando era niño. En un
mosaico de la entrada ponía: “Valdegeña
también es mi pueblo”. Y al final del viaje, entendí el significado de esa frase.
Mientras paseábamos
por el pueblo y admirábamos los hermosos paisajes que se veían desde Valdegeña,
Ricardo nos mostraba diferentes lugares que tenían a ver con Avelino y con él. En la
iglesia, nos contó que durante el invierno en el pueblo solo vivían 8 personas.
Ese dato me sorprendió. ¡Qué un pueblo
que sólo tenía 8 habitantes, tuviera tanta vida, era maravilloso! Gracias al impulso de Ricardo, en
el pueblo cada año se hacían cosas nuevas. En los últimos años, habían creado un
Museo del campo. Allí pudimos ver cómo
era una clase, en la época en que Avelino y Ricardo eran pequeños, y estudiaban
allí. Ahora en el pueblo se está construyendo una casa rural para que todos
podamos pasar unos días en ese magnífico pueblo que es Valdegeña.
Después fuimos a
comer todos juntos al Restaurante Mari Carmen de Matalebreras. En la
sobremesa, Olga nos propuso un tema para
discutir. Y mientras lo debatíamos acaloradamente, me di cuenta que estábamos haciendo lo mismo que hacían los amigos de Avelino en
las cenas del libro. Fue un momento que me gusto mucho: todos juntos, hablando
sobre un tema interesante, respetándonos
y escuchándonos.
Después de comer
fuimos a Noviercsas, un pueblo famoso por su torreón árabe y por su vinculación
con Gustavo Adolfo Bécquer. Una guía muy simpática nos contó para qué servía
esa torre. Fue curioso, por ejemplo, descubrir por qué la puerta estaba tan arriba. Creo que
fue una visitar muy interesante. No pude ver la representación de la leyenda de
“Los ojos verdes” de Bécquer, que representaron en la última planta de la torreón,
pero, cuando por la noche la repitieron
en el albergue, no me la perdí. Era una historia muy bella y muy bien
representada por cuatro compañeras.
Después volvimos al
alberge. Era nuestra última cena en
Soria. En esa cena recordé todo lo que
había vivido ese día, sobre todo Valdegeña y la leyenda de “Los ojos verdes”.
Luego nos preparamos para la última
noche, que sería muy intensa.
Joan Cols
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