Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

jueves, 19 de mayo de 2011

Dos momentos

Dos momentos en mi memoria. Sólo dos, escogidos de entre los muchos que este viaje me dejó, por lo que de singular tienen.

El primero, mirando estrellas, aderezadas de cuentos mitológicos, de una mitología de tierras lejanas, pero no por ello extraña, sino cálida y cercana.

El segundo tiene dos partes: la primera, poder ver la magnífica película El cielo gira; la segunda, visitar al bueno de Antonino, toda una lección de vida poder oir las palabras de uno de los protagonistas de esta bellísima película.



Conchi Hito

lunes, 16 de mayo de 2011

Los colores de Soria

Blanco: blanco del frío y la nieve. Año tras año la nieve deja su impronta en los tejados de las casas abandonadas, que se van hundiendo vencidos por el tiempo. Día tras día nos íbamos familiarizando con estas tristes y bellas postales estampadas de blanco. Grandes iglesias y pueblos con más perros que habitantes.
Verde: verde de la esperanza por la tierra. Soria aún está viva y perdura gracias al empeño tozudo de habitantes como Mercedes Álvarez, César Sanz y Ricardo Hernández. La cineasta inmortalizó el pueblo de Aldealseñor y a sus habitantes en la película El cielo gira. César Sanz es un fotógrafo soriano que ama su tierra y que tuvo la amabilidad de invitarnos al Casino Círculo de la Amistad, para explicarnos qué significaba Soria para él y qué sentido tenía fotografiar los bellos paisajes que Machado había pisado. También recuerdo de ese día la inesperada interpretación de “Cantares” de Eduard Barrobés.
Rojizo: rojizo como la llama de la acogida. En Valdegeña nos esperaba Ricardo, que era el alcalde y el hermano del escritor Avelino Hernández.. Con él nos esperaba también otra grata sorpresa: encontrar nuestros nombres, en un muro de la entrada, bajo el lema “Valdegeña también es mi pueblo. Amablemente, Ricardo nos mostró el pueblo por el que lucha - el museo de herramientas de campo que había juntado, por ejemplo-, pero sobre todo nos mostró su hospitalidad, al abrirnos su casa a las casi veinte personas que de repente la ocupamos e inundamos.
Amarillo anaranjado; amarillo de la amistad, pues el viaje, al menos para mí, no habría sido lo mismo sin mis compañeros, las charlas, las partidas de ajedrez y de damas, los chistes… y el intenso olor a chorizo de dos bolsas demasiado cercanas a mi cama. Recuerdos mínimos y cotidianos que contribuyen a que este viaje sea difícil de olvidar.
Ricard Rahuet

viernes, 13 de mayo de 2011

Momentos inolvidables

Cuando cogí un bolígrafo y una hoja, no sabía por dónde empezar. Si por el inicio, por el final o por lo que más me gustó del viaje. Decidí contar de todo un poco.
Comenzaré contando cuando estaba en el bus, tan nerviosa, antes de salir hacia Soria. Estaba muy nerviosa porque ya tenía muchísimas ganas de estar allí. Cada segundo me parecía una eternidad. Eran más de las 7:00 AM y no salíamos. Los profesores dijeron que faltaban dos personas que todavía no habían llegado. Uno, Roger, no podía venir porque estaba enfermo y el otro, Maicol, porque se había quedado dormido. Pero luego, todos felices: ¡viajábamos rumbo a Soria!
Desde la ventanilla del bus miraba el paisaje: los campos verdes, los pueblos pequeños, más allá los cerros cenicientos... Me fijaba sobre todo en los pueblos pequeños y abandonados, en las casas en ruinas, que contagiaban, al verlas tan vacías, una extraña sensación de tristeza... En mi mente me imaginé enseguida esas casas y esos pueblos con gente y eso me hizo recordar aquellos momentos en que mis abuelos vivían también en pueblecitos así. También en Perú la gente deja sus pueblos para irse a las ciudades, o a Estados Unidos, o a Europa, siempre en busca de un mundo mejor, donde haya más oportunidades.
El segundo día recorrimos las tierras de Antonio Machado. Iniciamos nuestra ruta en la Ermita del Mirón y los Cuatro Vientos, uno de los miradores más populares de la ciudad. Desde allí se puede contemplar muy bien “la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria”, pero lo que más me llamó la atención fue una estatua de hierro que representa la silueta de dos personas: eran las siluetas de Machado y de su amada Leonor. Aquella estatua me encantó, estaba situada en un lugar perfecto y el aire que se respiraba te llenaba de tranquilidad y armonía, aunque también sentías tristeza por la llegada temprana de la muerte (sabíamos la historia de Machado y Leonor) y aquel “milagro de la primavera” que soñó el poeta y nunca llegó. Pero sobre todo sentías la felicidad que vivieron Machado y su amada. Aquel día fue uno de los más hermosos que he vivido. Hacía mucho frío, pero eso no importaba, lo que importaba es que estaba conociendo esos lugares y aprendiendo muchas cosas que no sabía. La historia de amor de Machado y Leonor me encantó. Ese día estuvo lleno de momentos hermosos que nunca olvidaré: el paseo entre San Polo y San Saturio, el aula de Antonio Machado, cuando conocimos a César Sanz en el Casino de la amistad….
El viaje terminaba y todas las experiencias que vivimos, pronto se convertirán en recuerdos, pero serán recuerdos que nunca olvidaré.
Abigail Zegarra

jueves, 12 de mayo de 2011

Soria, otro mundo

Hoy ya es el último día. Hemos pasado 3 días rodeados de preciosos paisajes, pueblos antiguos y gente humilde... ¡Ha sido increíble! Sí, creo que la palabra que mejor define este viaje es “increíble” ¡Ha sido un viaje increíble!
Ocho de la mañana. Todos nos levantamos con prisas, corriendo a la ducha para no llegar tarde al desayuno. Muchos están recogiendo la habitación, ordenando la ropa en las maletas, otros aún están luchando contra la poderosa fuerza de abducción que hoy tienen las sábanas (ha sido una noche bastante movidita para algunos). Hoy es el último día y aún nadie se ha dado cuenta de cómo nos despide Soria, nuestra Soria, en este viaje: grandes copos de nieve cubren la tierra como si de una capa fina de seda blanca se tratase. Realmente precioso.
¡A desayunar! ¡Qué hambre tenemos todos después de esta noche larguísima! Aunque muchos, rendidos ante las fuerzas hoy sobrenaturales de nuestras queridas sábanas, renuncian al desayuno. Acabar rápido de preparar la maleta pues... ¡Soria, la ciudad, nos espera! En un principio, tendríamos que haber ido de excursión a la Laguna Negra pero por problemas climatológicos, hoy nos espera un día tranquilo en la ciudad. ¡Qué caras de ángeles tienen todos durmiendo en el autocar! ¡Cualquiera diría que ayer estos angelitos estuvieron dando guerra hasta las tantas de la noche!
¡Pero cómo nieva y qué frío! ¿Un café caliente? Porque no. Nos dirigimos, ya separados (cada uno con sus mejores amigos), en busca de un bar. Como se agradece la cálida temperatura del Collado 58. Después de matar el aburrimiento jugando a cartas, nos dirigimos a comer a un restaurante. Un menú por 8 euros que no está nada mal. En Soria cocinan realmente bien, no tengo ninguna queja sobre los platos que nos han ofrecido en el albergue y en los restaurantes.
Tres de la tarde, hora de despedirnos. De camino a casa, miro con nostalgia los paisajes bañados de oro blanco que seguramente muchos tardaremos en volver a ver. Después de una paradita en Zaragoza, la hora del concurso. Divertido y distraído concurso. Cada uno anima a los de su clase para, de alguna manera ser, uno de los ganadores. Muchas risas. Por fin tenemos un ganador, ¡Ricard Rahuet! Echando una ojeada a su premio, el libro de fotografía Campos de Castilla y otros universos machadianos de César Sanz, me he dado cuenta de lo poco que apreciamos la belleza de la naturaleza. Las fotografías son magníficas y el paisaje es increíblemente precioso. Las fotografías de César transmiten una gran paz interior, al verlas se te ponen los pelos de punta: es el asombro ante tanta belleza. Hago balance de estos días en el autobús: con lo que me quedo del viaje son con los paisajes y, sobre todo, con la visita al Instituto Antonio Machado. Me encantó esa aula donde había tantos escritos y fotografías del poeta en las paredes. Fue como un viaje al pasado. Me cautivó la sabiduría del director, me gustaron mucho sus palabras.
Y ya hemos llegado, los padres nos esperan impacientes y nosotros, aunque no nos guste reconocerlo, también los hemos echado un poco de menos. Y aquí se acaba todo. Ha sido un placer haber compartido esta experiencia con gente tan maravillosa. Gracias.
Maria Ripoll

miércoles, 11 de mayo de 2011

Monasterio de Veruela

Jueves, 3 de marzo

Hoy 3 de marzo me ha tocado leer mi fragmento literario y tal vez esto ha hecho este día un poquito más especial. Era La “Carta segunda” del libro Cartas desde mi celda, que Gustavo Adolfo Bécquer escribió en Veruela. La he leído sentada al pie de la Cruz negra, donde el poeta solía aguardar cada tarde la llegada del correo.
La idea de tener que leer un texto que escribió alguien tan importante y de que te estén grabando, me daba mucho respeto, pero una vez allí, me lo tomé con ganas y hasta me gustó. Al final me dije: “Mira, esta carta que se escribió hace ya tantos años, tienes la oportunidad de leerla tú, en el mismo lugar donde quizás Bécquer estuvo sentado”. Sentí que estaba haciendo algo importante. No eres nadie especialmente conocido en el mundo, pero te han dado el honor de brindarle un homenaje al mejor poeta del Romanticismo. El día era gris y ya había nevado un poco, pero el frío era soportable y el ambiente muy agradable. En los pueblos de Soria que hemos visitado se está tranquilo, se respira una paz que no se encuentra cerca de las ciudades. La visita al monasterio de Veruela no ha estado nada mal, y la comida en el hostal de Matalebreras tampoco. La comida estaba muy rica.
Ayer en la ciudad tuvimos el placer de conocer al excelente fotógrafo César Sanz, y de hablar con él en el Casino de la Amistad, donde Machado se reunía de vez en cuando con los intelectuales de clase alta, aunque parece que ese no era el ambiente que más le gustaba. Con César hemos visitado el pueblo de Avelino Hernández, Valdegeña. Al llegar al pueblo ves una frase sorprendente en un muro: “Valdegeña también es mi pueblo”. Luego vimos que debajo estaban escritos nuestros nombres, junto a los nombres de un montón de gente más que había visitado el pueblo en otras ocasiones. Sentí como que dejábamos nuestra huella en aquel pequeño pueblo y eso también me hizo sentir especial.
No me caracterizo precisamente por mi pasión por la literatura, pero este viaje me ha acercado un poquito más a ella. Me ha mostrado otro punto de vista, otra visión de la cultura literaria más allá de lo que nos enseñan en el instituto: una literatura más cercana, más palpable, más real... Ver lo que te han explicado en clase en el lugar donde verdaderamente ocurrió, ha hecho que esos autores que a veces suenan tan lejanos, de repente no lo sean tanto: quizás pisaron la misma tierra que tú estás pisando, o se sentaron en el mismo banco. Todo esto te hace reflexionar y empezar a disfrutar de la literatura de otra forma.

Aina Lluch