Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

lunes, 29 de mayo de 2017

Un viaje por Valdegeña, un mundo Aveliniano

Jueves 9 de abril, ese día fuimos a Valdegeña y quizá fue una de mis jornadas preferidas, digo quizá porque cuesta escoger entre las muchas y distintas vivencias que me llevo de este viaje. Escojo Valdegeña porque es en este pequeño pueblecito de escasos habitantes donde he vivido una experiencia que hasta el momento no había tenido la suerte de vivir. En este pueblecito, por unos minutos, por unas horas, me he convertido en los ojos, en los oídos y en el tacto de un escritor descubriendo lugares que Avelino Hernández introduce en sus novelas, muchos de los cuales son la base de su inspiración.
Si como he dicho antes Avelino nutre sus novelas con distintos escenarios y recuerdos atados a su pueblo natal. Un buen ejemplo lo encontramos justo al entrar en el pueblo. En uno de los primeros hogares vivía un hombre que lanzaba su boina al suelo y gritaba con rabia cada vez que se enojaba. Este hecho dio lugar al cuento de: La Boina Asesina del Contador de Cuentos. Otro ejemplo es la escuela, una escuela que sale en Mientras cenan con nosotros los amigos, en donde la Pobre Veneranda traía cada día agua fresca de la fuente para los niños, pues no tenía nada más que lo poco que conseguida haciendo de espigadora. También se conserva la casa de Isabelita la bandolera, quien daba refugio a los bandoleros cada noche cuando venían al pueblo.

Otro lugar digno de las novelas de Avelino es la Iglesia de San Lorenzo. Subiendo cuesta arriba, cuando llegas a la última hilera de casas, empiezan los 62 peldaños de una ancha escalera. Una escalinata de piedra que nos deja a la altura perfecta para ver Valdegeña debajo y al frente el paisaje soriano allanado que se rompe por la grandeza y desnivel del Moncayo detrás de la Sierra del Madero. Siguiendo el camino encontramos a mano derecha la bonita Iglesia de San Lorenzo, a mano izquierda el camposanto. Un cementerio donde yacen los padres del autor en una simple tumba cavada en la tierra; una tumba sencilla, sin lápida encima. Y es que para Avelino Hernández, la muerte era esto: "acabar, morir, sembrar, rebrotar, crecer, dar fruto". Y es quizás cuándo enterramos a alguien le devolvemos a la tierra lo que es suyo. En la tierra naces y en la tierra mueres, a quién te da la vida se la devuelves, quién te hace rebrotar es quién te acoge una vez marchita; todo para volver a empezar de nuevo.La iglesia de San Lorenzo, por otro lado, es un lugar mágico por su arquitectura románica y por la espiritualidad que se respira dentro del templo.

Pero si tenemos que destacar un momento mágico por su emotividad, éste es, cuando oímos de nuevo duda la historia del hermano cuarto en la casa familiar de Avelino. Una historia homenaje a  su hermano Ricardo que, tras cobrar su primer sueldo, invitó a vermut con sifón y aceitunas a sus compañeros, y con lo que le quedaba compró dos relojes con rubíes en los ejes, de los que anunciaban en la radio: uno para su padre y otro para su hermano pequeño, Cesar Cayo en la novela, Avelino en la realidad.  El momento en que Alexandra leyó esta historia al lado del protagonista de la misma, el Ricardo real, fue sin duda un momento indescriptible, uno de los que me llevo para siempre de este viaje.


Arnau Rovira Veciana 

No hay comentarios:

Publicar un comentario