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lunes, 4 de abril de 2011

Meditando sobre el paisaje

Meditando sobre el paisaje

En cuanto la vi, despertó mi curiosidad. Íbamos hacia Medinaceli y recién descubría desde el autobús el paisaje de Soria. Era una imagen sencilla, sin nada relevante ni de importancia, que seguramente pasó desapercibida para los demás. En medio de los verdes y cenicientos prados, en medio de la nada, las ruinas de una casa de piedra que apenas se aguantaba.

Eran sólo los restos de una vieja casa, pero los percibí llenos de recuerdos, llenos de secretos. Eran lo que quedaba de lo que un día fue vida y ahora era sólo un vestigio, un símbolo del paso del tiempo, del paso al olvido. Solo tuve un momento para contemplar aquellos restos de los que pronto ya no quedaría nada, pero todavía ahora aquella antítesis me sobrecoge: piedras olvidadas que han visto demasiadas cosas y campos verdes llenos de vida a los que aún les queda mucho por ver. La muerte y el olvido contrapuestos a la vida.

Me pregunto lo que algún día ocultaron aquellos muros fríos y ya sin vida. ¿De qué fueron testigos? ¿A quiénes protegieron en su interior? ¿a quién vieron crecer y madurar? ¿a quiénes resguardaron del frío, de la lluvia y de la nieve? ¿Por qué un día dejaron allí a la vieja casa, abandonada en medio de todo y en medio de nada?

Pienso en que hoy a la vieja casa de piedra pocas cosas le quedan por hacer: recordar los viejos tiempos, ver pasar a los coches por la carretera, imaginar, tal vez, quiénes son y a dónde van los viajeros, si son felices, si son de por allí.., y sobre todo esperar... A la vieja y ruinosa casa de piedra le queda sobre todo esperar: esperar a derrumbarse, esperar a que la reconstruyan, esperar a que alguien se refugie otra vez en su interior, esperar y soñar...

Ornella Meza