Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

jueves, 14 de junio de 2012

Lunes 16 de abril de 2012. Medinaceli


         Es mediodía y nuestro primer reposo del viaje. Ya estamos en tierras castellanas cercanas a Soria. Medinaceli es un lugar ciertamente inhóspito, este pueblo parece bastante tosco, pero en lo alto de una pequeña meseta desde donde se dominan las inmensas llanuras, tiene unas vistas impresionantes. A la entrada, un prado de alto césped azotado por las fuertes ráfagas de viento nos recibía con un vasto paisaje a sus espaldas.

Medinaceli
Con un buen amigo nos hemos adentrado en el histórico pueblo que, valga la redundancia, rebosaba de soledad. Aún así, algún que otro vecino ha hecho su aparición, mas pese a nuestros amistosos saludos todos han prolongado el silencio del pueblo. Atravesando calles, plazas y diminutos pasajes, que parecían construidos a modo de pasillos, llegamos a la otra cara de la civilización:  otro inmenso paisaje tras otro prado verde. Esta vez el paisaje se veia interrumpido por un edificio de grandes dimensiones: un castillo de aspecto medieval yacía en medio del prado pero al borde del barranco, con una parte bien erguida y la otra medio arruinada. Nos hemos dirigido a esta última tras observar brevemente la fachada. A medida que nos acercabamos al precipicio, el paisaje se apreciaba  cada vez mejor y el viento soplaba más y más fuerte. Al alcanzar el muro medio derrocado del vetusto edificio, nos hemos dado cuenta, con sorpresa, que  a resguardo del viento, había un cementerio construido  cuidadosamente. Nos hemos alejado de lo que parecía un castillo abandonado y justo antes de adentrarnos otra vez en la estrechez de ésas calles rocosas, he vuelto a mirar más allá de los límites de la meseta: eran otras vistas pero no por ello menos impresionantes.

De nuevo, mientras el viento se llevaba el resonar de nuestros pasos por las calles, he mirado el reloj: era casi la hora de comer y seguíamos sin haber visto apenas una alma castellana en ese pueblo.

Y nos hemos ido sin más. Este pueblo anacrónico, lleno de historia pero con poca vida actualmente, me ha dado, sin embargo, la impresión de que quería recibirnos, como si se hubiese preparado para que lo pudiesemos ver mejor: vacío y en silencio, despejado, para que pudiéramos apreciar con detalle su cuerpo, esas estructuras de piedra, que delatan su pasado,  lo único que ha perdurado en el tiempo.
Enric Umbert

No hay comentarios:

Publicar un comentario