Como creo que le pasa
a la mayoría de mis compañeros, es difícil centrarse en un solo día del viaje,
pero después de meditarlo bien, he elegido el jueves 19 de abril. He decidido escoger este día porque me ha
hecho reflexionar sobre bastantes cosas curiosas.
Por la mañana nos
dirigimos a Valdegeña, el pueblo de Avelino Hernández. Lo que me sorprendió de
ese lugar es cómo un pequeño pueblo de tan solo 7 habitantes repartidos en 3
casas, mantenía viva la llama de la vida
y la ilusión, o eso es lo que nos transmitió, Ricardo, el hermano de Avelino.
Tras la visita del pueblo y de sus pequeños rincones me di cuenta de que
nuestros actos pueden quedar muy grabados en la memoria de unos pocos. Como
bien puede comprobar, el recuerdo de
Avelino Hernández permanecía vivo en Ricardo, que nos contaba con mucho
entusiasmo sus historias. Fue muy emotivo conocer a Avelino Hernández a través
de su hermano y también sentir la alegría con que trabajaba por revivir el
pueblo y tratar de que la esencia de
Valdegeña nunca muera. Fue muy impactante.
Después de comer,
fuimos a Noviercas, a realizar algunas actividades centradas en Gustavo Adolfo
Bécquer. Desgraciadamente la lluvia y el granizo impidieron que un grupo de
compañeras representase la leyenda de “Los ojos verdes”, en el Pozo Román (el
lugar que seguramente inspiró a Bécquer), pero nos refugiamos en el Torreón
árabe de Noviercas (también un marco incomparable), y allí pudimos disfrutar al fin de la interpretación
anteriormente cancelada. Me sorprendió mucho las ganas con que habían preparado
Judith, Teresa, Gabriela y Paula la inquietante leyenda de Bécquer.
Seguidamente fuimos a pasear por el pueblo y llegamos a la casa de los padres
de Casta Esteban, donde había vivido Bécquer. Me sorprendió y me interesó mucho
la historia que nos contó Montse, nuestra guía por Noviercas: los amores
clandestinos de Casta (la mujer de Bécquer) con un bandolero apodado “el
Rubio”. Me resultó curioso comprobar de nuevo que en la gente de otro pequeño
pueblo (aunque más habitado que Valdegeña) permaneciesen tan vivos los recuerdos del paso
de Bécquer por allí y que también apreciasen ese hecho.
Por ello, aunque todo
el viaje fue muy interesante, destaco ese día: por el ímpetu y el interés de la
gente en mantener y cuidar, aunque pasen los años, su pasado. Pensé que quizás
en las grandes ciudades no sabemos valorar y apreciar tanto nuestra historia. Me llevo un buen recuerdo de ese día. Una
gran experiencia.
IRENE FERNÁNDEZ