La
parte más especial del viaje, para mí, fue la excursión a la Laguna Negra, no solo
por la belleza de ese lugar, sino también por la dureza del camino, ya que eso
hizo la laguna más interesante y bonita
Laguna negra |
Cuando
estábamos llegando, pensé: ¡Qué pereza
salir del autocar! ¡Con el frío que tiene que hacer fuera! (después resultó que
tampoco era para tanto) ¡Con el sueño que tengo y lo poco que he dormido esta
noche! Pero una vez bajé del autocar, me
hizo mucha ilusión tocar la nieve (durante todo el invierno ni siquiera la había
visto) y, ya de paso, lanzar unas cuantas bolas de nieve a los compañeros y a
los conductores de los autocares, pues fueron ellos quienes empezaron a lanzarlas.
Tras esta
pequeña anécdota empezamos a andar por la nieve. Se tenía que ir con cuidado,
vigilando por dónde pisar y siguiendo el rastro que dejaba la gente de delante.
Esto me impidió fijarme en los arboles que había al lado del
camino. Se tenía que ir con precaución.
Después
de andar poco más de un kilómetro, llegamos a la Laguna Negra, ese
lugar tan especial, donde el agua es muy oscura, pero muy limpia. La laguna estaba
rodeada de árboles y de montañas de las que no se alcanzaba a ver la cima, pues
estaban tapadas por las nubes. Entendí enseguida por qué a Machado le gustaba tanto ese lugar.
La
vuelta no se me hizo pesada, a pesar de que llevaba los zapatos y los calcetines empapados. Por fin pude contemplar mejor los arboles que flanqueaban
el camino. .
Después,
en el autocar, fue un placer recuperar el calor: los pies, como los zapatos y
los calcetines, estaban completamente
mojados y helados. .
Francesc Esteve
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