Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

jueves, 14 de junio de 2012

Caminando por la nieve


La parte más especial del viaje, para mí, fue la excursión a la Laguna Negra, no solo por la belleza de ese lugar, sino también por la dureza del camino, ya que eso hizo la laguna más interesante y  bonita

Laguna negra

Cuando estábamos llegando,  pensé: ¡Qué pereza salir del autocar! ¡Con el frío que tiene que hacer fuera! (después resultó que tampoco era para tanto) ¡Con el sueño que tengo y lo poco que he dormido esta noche!  Pero una vez bajé del autocar, me hizo mucha ilusión tocar la nieve (durante todo el invierno ni siquiera la había visto) y, ya de paso, lanzar unas cuantas bolas de nieve a los compañeros y a los conductores de los autocares, pues fueron ellos quienes empezaron a lanzarlas.
Tras esta pequeña anécdota empezamos a andar por la nieve. Se tenía que ir con cuidado, vigilando por dónde pisar y siguiendo el rastro que dejaba la gente de delante. Esto me  impidió  fijarme en los arboles que había al lado del camino. Se tenía que ir con precaución.
Después de andar poco más de un kilómetro, llegamos a la Laguna Negra, ese lugar tan especial, donde el agua es muy oscura, pero muy limpia. La laguna estaba rodeada de árboles y de montañas de las que no se alcanzaba a ver la cima, pues estaban tapadas por las nubes. Entendí enseguida por qué  a Machado le gustaba tanto ese lugar.
La vuelta no se me hizo pesada, a pesar de que llevaba los zapatos  y los calcetines empapados.  Por fin pude contemplar mejor los arboles que flanqueaban el camino. .
Después, en el autocar, fue un placer recuperar el calor: los pies, como los zapatos y los calcetines,  estaban completamente mojados y helados. .
Francesc Esteve 

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