Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

miércoles, 20 de junio de 2012

Sensaciones


El viaje a Soria ha sido un viaje de trabajo con muchas experiencias y sensaciones, hablar sólo de una, sería una injusticia. El primer día, cuando llegamos al Casino de la Amistad agotados por el viaje, muchos pensamos que lo mas agradable sería ir al albergue a descansar,  pero una vez que empezó la tertulia con gente muy cercana al escritor Avelino Hernández, te dabas cuenta de que merecía la pena estar allí, con aquellas personas que sentían un gran cariño porel escritor soriano. César y Pepe hablaban sin ningún tapujo de Avelino, al igual que Teresa, ella con el plus añadido de que,  siendo la viuda, algunas de nuestras preguntas podían incomodarla, pero siempre nos contestó con gran sinceridad. Mientras, Ricardo, el hermano de Avelino, escuchaba atentamente.
El jueves vivimos lo que para mí fue la segunda gran experiencia del viaje: la excursión a Valdegeña, el pueblo casi vacío donde Ricardo y Avelino habían vivido de  niños. Ricardo siente un gran cariño por su pueblo, como demostraba en cada una de sus palabras. Sin duda Ricardo es la persona del viaje que mejor impresión me ha causado. Es  un hombre de pueblo y de pocas palabras, pero cada vez que hablaba,  se desnudaba ante nosotros,  un gran grupo de adolescentes a los que no había visto nunca. A medida que pasaba la mañana y escuchabas a Ricardo, en ese  pueblo vacío de gente pero lleno de sentimientos, tenías más y más ganas de apreciar los espectaculares paisajes que se veían, sobre todo desde el mirador de la iglesia. Sin duda, lo que está haciendo Ricardo para mantener viva la historia del pueblo es digno de contar y admirar.
La tercera experiencia que más me agradó fue la subida a la Laguna Negra. Cansado de la noche anterior, me dormí en el bus, pero cuando me desperté y  corrí la cortina de la ventana, me encontré con una sorpresa inesperada: la nieve. Al bajar del bus pensé que no sería tan duro el camino y, en verdad, no lo fue ya que al subir acompañado de los compañeros y tirándonos bolas de nieve, el tiempo pasó bastante rápido. Al llegar a la cima y ver lo que uno puede ver allí, te das cuenta de que subir 1700 metros no es nada y más cuando tienes la oportunidad de compartirlo con gente a la que aprecias, algunos más y a algunos menos. La bajada fue más divertida por los resbalones, pero también mas fría ya que sentías como el agua ya estaba en tus pies y los congelaba. Sin embargo, gracias a los conductores, que nos abrieron el maletero y no hicieron más ameno el viaje con su música y buen humor,  pudimos cambiarnos los calcetines y las bambas.
La vuelta a casa fue muy tranquila. Y la sensación que uno tiene cuando le preguntan que tal  ha ido el viaje y no sabes por dónde empezar a contar,  es muy buena. Yo recomendaría volver otra vez ir allí.
Álex Sánchez

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