Cuando me acomodé en aquella silla, aún
estaba cansada de estar sentada tantas horas en el autocar, pero aquella sala
me cautivo al instante. La encontré preciosa y su color rojo me hipnotizó. El techo era fantástico y las
paredes lucían unos elaborados vestidos
de sevillana, que me recordaron a mi
abuelo, y este hecho me enterneció. Al
frente, el motivo por el que nos encontrábamos allí: personas importantes e imprescindibles del
mundo de Avelino Hernandez, dispuestos a acercarnos más a su personalidad y a
ayudarnos a comprender mejor su obra. Y así fue, realmente lo lograron.
Ricardo Hernández Lucas |
En aquella mesa se encontraba alguien que
me marcó especialmente: Ricardo, el hermano de Avelino. Sólo con
observarlo y escuchar sus primeras palabras, me hizo estremecer. No sé
qué ocurrió, ni por qué, pero que mis ojos se humedecieron. Me emocionó verlo
allí, tan inocente e indefenso, junto a personas más jóvenes, más intelectuales
y con mucha más cultura que él. Y sin embargo,
fue Ricardo él que más me llegó de todos los que hablaron y quien a lo
largo del viaje me hizo comprender mejor, a su hermano y el sentido de su obra. Llevábamos mucho tiempo trabajando Mientras
cenan con nosotros los amigos y la personalidad de Avelino Hernández, y
creía que había captado la esencia de su universo literario y ético. Pero tras
la tertulia, la visita a Valdegeña y el viaje,
me di cuenta de que en muchas cosas estaba equivocada. Hasta que no lo
viví en primera persona, hasta que no pisé las calles de Valdegeña y escuché a sus familiares y amigos hablar de
él con tanta calidez, no pude comprender
la trascendencia del mundo de Avelino Hernñandez, la
importancia de su obra. Y Ricardo fue clave en esto, tanto por sus pocas y avergonzadas
palabras en el Casino de la Amistad,
como el jueves en la visita a Valdegeña,
el pueblo de los dos.
Cuando recorrimos las calles de Valdegeña,
no podía dejar de escuchar a Ricardo que, con gran naturalidad, nos contaba sus vivencias en el pueblo, la
infancia junto a su hermano, algunas anécdotas de los dececinos... Creo que Ricardo me atraía tanto
porque descubrí en él a un hombre humilde, con muchas de las mejores cualidades que un ser
humano puede tener: la generosidad, el
altruismo, la hospitalidad, la sinceridad, la proximidad, la sencillez, la
honradez, la lealtad... Estos son algunos
de los valores que esconde Ricardo bajo su
boina y comprendí que también eran los
valores de su hermano. Valdegeña tenía algo especial, quizás aquellas calles en
las que no había llegado el asfalto,
quizás el influjo Avelino, quizás el hermosísimo paisaje que lo rodea, quizás la generosidad y humanidad de las
personas que nos acompañaban. Y allí, al
pie del Moncayo, entendí de verdad los valores de Avelino, los pilares
fundamentales de su vida: el valor de la amistad, la libertad y la igualdad, la
armonía entre el hombre y la naturaleza, la generosidad, el querer, el
compartir, el disfrutar, el vivir...
-
¿Y como es
que hace todas estas cosas en un pueblo tan pequeño, Ricardo? - preguntó uno de mis
compañeros.
-
La ilusión,
eso es la ilusión.
Paula Lecegui
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