Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

viernes, 8 de junio de 2012

La ilusión de Ricardo


Cuando me acomodé en aquella silla, aún estaba cansada de estar sentada tantas horas en el autocar, pero aquella sala me cautivo al instante. La encontré preciosa y su color rojo  me hipnotizó. El techo era fantástico y las paredes lucían unos elaborados  vestidos de sevillana,  que me recordaron a mi abuelo, y este hecho  me enterneció. Al frente, el motivo por el que nos encontrábamos allí:   personas importantes e imprescindibles del mundo de Avelino Hernandez, dispuestos a acercarnos más a su personalidad y a ayudarnos a comprender mejor su obra. Y así fue, realmente lo lograron.
Ricardo Hernández Lucas

En aquella mesa se encontraba alguien que me marcó especialmente: Ricardo, el hermano de Avelino.  Sólo con  observarlo y  escuchar sus  primeras palabras, me hizo estremecer. No sé qué ocurrió, ni por qué, pero que mis ojos se humedecieron. Me emocionó verlo allí, tan inocente e indefenso, junto a personas más jóvenes, más intelectuales y con mucha más cultura que él. Y sin embargo,  fue Ricardo él que más me llegó de todos los que hablaron y quien a lo largo del viaje me hizo comprender mejor,  a su hermano y el sentido de su obra.  Llevábamos mucho tiempo trabajando  Mientras cenan con nosotros los amigos y la personalidad de Avelino Hernández, y creía que había captado la esencia de su universo literario y ético. Pero tras la tertulia, la visita a Valdegeña y el viaje,  me di cuenta de que en muchas cosas estaba equivocada. Hasta que no lo viví en primera persona, hasta que no pisé las calles de Valdegeña y  escuché a sus familiares y amigos hablar de él con tanta calidez,  no pude comprender la trascendencia del mundo de Avelino Hernñandez,   la importancia de su obra. Y Ricardo fue clave en esto, tanto por sus pocas y avergonzadas palabras en el Casino de la Amistad,  como el jueves en la visita a Valdegeña, el pueblo de los dos.  

Cuando recorrimos las calles de Valdegeña, no podía dejar de escuchar a Ricardo que, con gran naturalidad,  nos contaba sus vivencias en el pueblo, la infancia junto a su hermano, algunas anécdotas de los  dececinos... Creo que Ricardo me atraía tanto porque  descubrí en él a  un hombre humilde,  con muchas de las mejores cualidades que un ser  humano puede tener: la generosidad, el altruismo, la hospitalidad, la sinceridad, la proximidad, la sencillez, la honradez, la lealtad...  Estos son algunos de los valores que  esconde Ricardo bajo su boina y comprendí que también  eran los valores de su hermano. Valdegeña tenía algo especial, quizás aquellas calles en las que  no había llegado el asfalto, quizás el influjo Avelino, quizás el hermosísimo paisaje que lo rodea,  quizás la generosidad y humanidad de las personas que nos acompañaban. Y  allí, al pie del Moncayo, entendí de verdad los valores de Avelino, los pilares fundamentales de su vida: el valor de la amistad, la libertad y la igualdad, la armonía entre el hombre y la naturaleza, la generosidad, el querer, el compartir, el disfrutar, el vivir...
-        ¿Y como es que hace todas estas cosas en un pueblo tan pequeño, Ricardo? - preguntó uno de mis compañeros.
-        La ilusión, eso es la ilusión.
Paula Lecegui

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