Impaciente, emprendí junto a mis compañeros ,
el viaje hacia Soria. Después de seis largas horas, durmiendo, haciendo bromas,
escuchando música, tocando la guitarra y
sobre todo disfrutando de ese paisaje que poco a poco iba transformándose, llegamos a Medinaceli, un pueblo extraordinario, donde abundan las
casas medievales. Hacía mucho viento y eso nos llevó a cobijarnos en un pequeño
bar, donde nos contaron muchas curiosidades y algún pequeño secreto del pueblo.
Por la tarde, en Soria, fuimos al Casino de la Amistad. Al entrar en aquella
sala, supe que lo que íbamos a vivir allí sería uno de los instantes más
mágicos del viaje. Aquella sala era del color de una rosa acabada de cortar, y
unos hermosos vestidos y el latido de un reloj de pared, daban vida a aquel lugar. Todo empezó con una
magnifica tertulia literaria sobre la novela Mientras cenan con nosotros los amigos de Avelino Hernández, seguida de un breve recital de poemas de Machado, pero lo
mejor no había llegado todavía.
Casino de la Amistad |
Después fuimos hacia el albergue, donde nos
esperaba la cena y esas camas en las que ya deseaba tumbarme. Estaba agotado y
mañana nos esperaba un día larguísimo
lleno de actividades y de muchas cosas que aprender.
Bernat Almirall
Què maco!!
ResponderEliminarTejidos sois de primavera, amantes,
de tierra y agua y viento y sol tejidos.
La sierra en vuestros pechos jadeantes,
en los ojos los campos florecidos,
pasead vuestra mutua primavera,
y aun bebed sin temor la dulce leche
que os brinda hoy la lúbrica pantera,
antes que, torva, en el camino aceche.
Caminad, cuando el eje del planeta
se vence hacia el solsticio del verano,
verde el almendro y mustia la violeta,
cerca la sed y el hontanar cercano,
hacia la tarde del amor, completa,
con la rosa de fuego en vuestra mano.
Antonio Machado: Rosa de Fuego.