Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

miércoles, 6 de junio de 2012

Colores que encandilan el alma

    El Jueves no se presentaba muy buen día, pero los paisajes seguían desprendiendo esa belleza única y entrañable que define a Soria: volvíamos a ver esos colores fríos que encandilan el alma. Llegamos a Valdegeña. Ricardo nos recibió con una sonrisa y con mucha ilusión por mostrarnos su acogedor, pequeño y querido pueblo. Empezamos la visita deteniéndonos en una pared llena de nombres que recordaban el paso de personas que habían visitado ese lugar tan humilde, pero tan especial. Ricardo nos condujo, luego, hasta la fragua del pueblo, y nos explicó, con ganas y entusiasmo, su función y su historia. De golpe, empezó a lloviznar, pero Ricardo siguió con la visita y nos guió hacia la iglesia, mi destino. Cuando subíamos, los nervios me comían por dentro. Iba pensando en cómo recitaría mi poema y, entonces, venciendo a las nubes densas y oscuras, se impuso el sol. Todo se estaba preparando para mi momento. Ricardo dirigió a todo el grupo hacia dentro de la iglesia, pero los que debíamos recitar nos quedamos fuera. Desde allí podíamos apreciar los paisajes que describía Machado en sus poemas: el Moncayo azul y blanco, las polvorientas encinas, los campos sombríos... Yo sentía que explotaba de nervios: sabía que llegaba el momento. En compañía de los cálidos rayos del sol y ante aquel paisaje tranquilo e inmenso, empecé a recitar las palabras de Machado sobre esa tierra de Soria “dura y fría”. De repente me di cuenta de que había terminado y me quede calmada. Estaba muy satisfecha. Luego Ricardo nos llevó a su casa. Ante la misteriosa inscripción de la fachada, nos explicó la importancia que tenia para él la casa y la historia que tenía. Entramos todos los que pudimos y nos dirigimos al salón. Yo quería apreciar todos los detalles: la foto de los padres, la foto de Avelino, las guitarras colgadas en la pared (una tenía 12 cuerdas) y algunos objetos especiales. Y finalmente lo que más me emocionó: al marchar del pueblo, Ricardo nos llevó a otra plaza con recordatorios de la gente y allí cogió una placa con nuestro y la puso en la pared : INSTITUT EUGENI d'ORS DE VILAFRANCA DEL PENEDÈS . 1º de Bachillerato. Generación del 2012. Fue un momento muy, pero que muy especial. Pensé en que el recuerdo de nuestro paso por el pueblo se conservaría allí para siempre. 
Júlia Soler

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