El viaje a Soria me ha dado sin duda muchos momentos de
reflexión, placer, complicidad, felicidad, soledad... y también ha despertado
mi curiosidad hacia universos y vidas diferentes.
Evadirme de lo rutinario es algo que hago con
frecuencia y, en tierras de Soria, la tranquilidad y la calma se adentraron en
mi cuerpo como por arte de magia. Los paisajes sublimes, el cielo, el viento,
la gente sonriente, los humildes pueblos... Mi imágenes que se iban quedando
grabadas en mi mente.
Aunque hubo muchos instantes en los que me
trasladé a otra atmósfera y me sentí en perfecta armonía con lo que me rodeaba,
fue en el paseo machadiano, junto al Río Duero, donde mejor me sentí: paseaba con serenidad, intentando adentrarme por
unos segundos en la piel de Machado, que
hacía cada tarde este mismo paseo. Trataba averiguar cuáles eran sus emociones,
sus inquietudes, cuál creía él que era el sentido del mundo. En momentos así no necesito nada más que un
camino por donde seguir andando y “hacer
camino al andar”.
Blanca Llach Amigó
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