Todo el viaje
a Soria fue muy especial para mí. Era mi primer viaje con este instituto y
había mucha gente a la que no conocía.
Gracias a este viaje he podido conocer a
nuevos compañeros y descubrir que había
grandes personas entre ellos. También he podido asomarme un poco más al
interior de mis compañeros de clase. Todo eso ha sido genial.
Un día muy
importante para mí fue el jueves, cuando
Ricardo nos enseñó Valdegeña, el
pueblo donde vive y donde se crío junto a su querido y difunto hermano, el
escritor Avelino Hernández.
Nada más bajar del autobús, sentí una sensación de
tranquilidad enorme: estaba en contacto con la naturaleza, alejado de las aglomeraciones, del tráfico, de las carreteras, de las
ruidosas calles... Aquel era un paraje natural de aire puro y fresco, sin más
ruidos que el de los pájaros cantando cuando nos veían pasar. Descubrimos un pueblo que no estábamos
acostumbrados a ver: una vieja fragua,
casas de piedra, empinadas calles... Nada comparable a lo que nos ofrece
la gran ciudad. En algún momento, pensé que estaba en un mundo paralelo, un
mundo tranquilo, silencioso y feliz.
Me
sorprendieron mucho las leyendas que nos contó Ricardo en la iglesia románica, una iglesia que parecía que tuviera algo
escondido algo dentro, nada malo, sino algo mágico, como todo el pueblo. Cada casa tenía su encanto,
siempre había algo que te sorprendía o te dejaba como intrigado.
Valdegeña me
recordaba mucho al pueblo de mis abuelos de Asturias, un pueblo que tiene sólo
7 habitantes: naturaleza por todas partes, y calles asfaltadas no para el uso
de coches, sino para los carros de caballos y ganado. Tal vez por eso no me
sorprendió demasiado la forma de ser de
Ricardo, su peculiar y siempre significativa forma de hablar.
En conclusión,
fue un viaje muy provechoso, ya que conocimos a mucha gente fantástica y experimentamos
una forma mucho más apasionante de aprender. Sólo me queda una cosa por decir:
muchas gracias por este viaje.
Lluis Piero Arias
Arnabat
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