viatge cultural per terres de Sòria. Primer de Batxillerat. Institut Eugeni d'Ors. Vilafranca del Penedès.
Páginas
viernes, 17 de junio de 2011
El Cielo ya no gira como antes
Cuando después de ver la película, llegamos a Aldealseñor, sentí que la adrenalina corría entre mis venas ¡Ver ese hermoso lugar no lo consigue todo el mundo! Lo primero que hicimos fue visitar el árbol que estaba delante del Palacio. Cerré los ojos y comencé a tocar y a sentir el árbol, como lo hacía en la película el pintor ciego que intentaba ver el mundo a través de sus manos.
Cuando por fin nos cruzamos con un habitante de Aldeaseñor, noté que se sorprendía mucho al ver a tantos adolescentes juntos en su pueblo. Aunque su cara reflejaba satisfacción e ilusión, me di cuenta en ese momento de que la soledad duele. Pese a que están acostumbrados al aislamiento, esas personas se dan cuenta de que están desconectados de una vida superior. Creo que es digno de admirar que, pese a ello, muchos hombres deseen vivir toda su vida en el pueblo que les vio nacer. Sin embargo al final a mayoría renuncia o pierde la batalla: los problemas familiares o económicos hacen que seguir allí sea casi imposible. Algunas de las personas que salían en El cielo gira partieron y dejaron su pasado en Aldeaseñor. No encontramos al pastor Cirilo, ni a Antonino, el gran protagonista de la película…
Fuimos a comprar chorizo a una fábrica artesanal de embutido que no hace mucho pusieron en el pueblo. Nos comentaron que era el mejor chorizo de Soria y también el más barato, y realmente era verdad. Pero Balbina, la dueña, nos confesó que iban a cerrar la fábrica. Parece que la gente ya no compra como antes, “Las personas se van igual que mi negocio”, nos dijo.
Aún así la vida continúa y ellos, como todos nosotros, aunque EL CIELO YA NO GIRE COMO ANTES, debemos seguir nuestro camino.
Gonzalo Gómez
viernes, 10 de junio de 2011
Salvar el pasado
Todos y cada uno de los instantes vividos me hacen pensar en el sentido que tiene la película “El Cielo gira” en que Mercedes Álvarez nos muestra Aldealseñor: vale la pena recuperar todo lo que de alguna forma ha sido y es valioso, vale la pena llenar otra vez de vida esas calles silenciosas que acumulan tantos sentimientos y nos acercan a un pasado, que en definitiva, es la vida.
Andando entre San Polo y San Saturio, visitando y escuchando al director del Instituto Antonio Machado en el aula del poeta, pudimos entender que el pasado se puede recuperar y que nunca debe perderse.
Escuchando a César Sanz, nuestro amigo fotógrafo, descubrí el inmenso amor que un hombre puede tener por su tierra. Este sentimiento lo transmitía con sus palabras y con sus espléndidas fotografías, algunas vínculadas a fragmentos de la poesía Antonio Machado. Algunos de nosotros, los que nos dedicábamos a la parte técnica, intentamos seguir su ejemplo, filmando poemas de Machado y de otros escritores en lugares emblemáticos de esta preciosa tierra.
Ya de regreso a casa, en el desierto de los Monegros -donde todo el paisaje es igual y es el comienzo de la rutina- me di cuenta de que ya iban quedando atrás todos los momentos vividos, pero que pronto tendría la posibilidad de recuperarlos y recrearlos a partir de este diario.
Marc Ferret
Sensaciones frías y áridas
De nuestra estancia en Soria quería resaltar la visita a la ermita del Mirón y al mirador de los cuatro vientos. Ante nosotros se desplegaba un paisaje amenazante y silencioso que me sobrecogía. Al ver, desde el mirador, ese tremendo paisaje -tan bello, tan solo, tan seco, tan frío- y fijarme en cada detalle, me sentía cada minuto más y más pequeño. Un fuerte viento seco golpeaba mi cara y, pese a la calma engañosa y benevolente de aquellos montes, sentí que era un paisaje triste. Era un paisaje sin aparente vida animal o humana: ni por los valles, ni por los cielos de aquel entorno bellísimo se percibía el más pequeño movimiento. Me pareció un paisaje enigmático, cuyo silencio ocultaba algo, tal vez una espera.
Eloy Córdoba
jueves, 19 de mayo de 2011
Dos momentos
El primero, mirando estrellas, aderezadas de cuentos mitológicos, de una mitología de tierras lejanas, pero no por ello extraña, sino cálida y cercana.
El segundo tiene dos partes: la primera, poder ver la magnífica película El cielo gira; la segunda, visitar al bueno de Antonino, toda una lección de vida poder oir las palabras de uno de los protagonistas de esta bellísima película.
lunes, 16 de mayo de 2011
Los colores de Soria
Verde: verde de la esperanza por la tierra. Soria aún está viva y perdura gracias al empeño tozudo de habitantes como Mercedes Álvarez, César Sanz y Ricardo Hernández. La cineasta inmortalizó el pueblo de Aldealseñor y a sus habitantes en la película El cielo gira. César Sanz es un fotógrafo soriano que ama su tierra y que tuvo la amabilidad de invitarnos al Casino Círculo de la Amistad, para explicarnos qué significaba Soria para él y qué sentido tenía fotografiar los bellos paisajes que Machado había pisado. También recuerdo de ese día la inesperada interpretación de “Cantares” de Eduard Barrobés.
Rojizo: rojizo como la llama de la acogida. En Valdegeña nos esperaba Ricardo, que era el alcalde y el hermano del escritor Avelino Hernández.. Con él nos esperaba también otra grata sorpresa: encontrar nuestros nombres, en un muro de la entrada, bajo el lema “Valdegeña también es mi pueblo. Amablemente, Ricardo nos mostró el pueblo por el que lucha - el museo de herramientas de campo que había juntado, por ejemplo-, pero sobre todo nos mostró su hospitalidad, al abrirnos su casa a las casi veinte personas que de repente la ocupamos e inundamos.
Amarillo anaranjado; amarillo de la amistad, pues el viaje, al menos para mí, no habría sido lo mismo sin mis compañeros, las charlas, las partidas de ajedrez y de damas, los chistes… y el intenso olor a chorizo de dos bolsas demasiado cercanas a mi cama. Recuerdos mínimos y cotidianos que contribuyen a que este viaje sea difícil de olvidar.
Ricard Rahuet
viernes, 13 de mayo de 2011
Momentos inolvidables
Comenzaré contando cuando estaba en el bus, tan nerviosa, antes de salir hacia Soria. Estaba muy nerviosa porque ya tenía muchísimas ganas de estar allí. Cada segundo me parecía una eternidad. Eran más de las 7:00 AM y no salíamos. Los profesores dijeron que faltaban dos personas que todavía no habían llegado. Uno, Roger, no podía venir porque estaba enfermo y el otro, Maicol, porque se había quedado dormido. Pero luego, todos felices: ¡viajábamos rumbo a Soria!
Desde la ventanilla del bus miraba el paisaje: los campos verdes, los pueblos pequeños, más allá los cerros cenicientos... Me fijaba sobre todo en los pueblos pequeños y abandonados, en las casas en ruinas, que contagiaban, al verlas tan vacías, una extraña sensación de tristeza... En mi mente me imaginé enseguida esas casas y esos pueblos con gente y eso me hizo recordar aquellos momentos en que mis abuelos vivían también en pueblecitos así. También en Perú la gente deja sus pueblos para irse a las ciudades, o a Estados Unidos, o a Europa, siempre en busca de un mundo mejor, donde haya más oportunidades.
El segundo día recorrimos las tierras de Antonio Machado. Iniciamos nuestra ruta en la Ermita del Mirón y los Cuatro Vientos, uno de los miradores más populares de la ciudad. Desde allí se puede contemplar muy bien “la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria”, pero lo que más me llamó la atención fue una estatua de hierro que representa la silueta de dos personas: eran las siluetas de Machado y de su amada Leonor. Aquella estatua me encantó, estaba situada en un lugar perfecto y el aire que se respiraba te llenaba de tranquilidad y armonía, aunque también sentías tristeza por la llegada temprana de la muerte (sabíamos la historia de Machado y Leonor) y aquel “milagro de la primavera” que soñó el poeta y nunca llegó. Pero sobre todo sentías la felicidad que vivieron Machado y su amada. Aquel día fue uno de los más hermosos que he vivido. Hacía mucho frío, pero eso no importaba, lo que importaba es que estaba conociendo esos lugares y aprendiendo muchas cosas que no sabía. La historia de amor de Machado y Leonor me encantó. Ese día estuvo lleno de momentos hermosos que nunca olvidaré: el paseo entre San Polo y San Saturio, el aula de Antonio Machado, cuando conocimos a César Sanz en el Casino de la amistad….
El viaje terminaba y todas las experiencias que vivimos, pronto se convertirán en recuerdos, pero serán recuerdos que nunca olvidaré.
Abigail Zegarra
jueves, 12 de mayo de 2011
Soria, otro mundo
Ocho de la mañana. Todos nos levantamos con prisas, corriendo a la ducha para no llegar tarde al desayuno. Muchos están recogiendo la habitación, ordenando la ropa en las maletas, otros aún están luchando contra la poderosa fuerza de abducción que hoy tienen las sábanas (ha sido una noche bastante movidita para algunos). Hoy es el último día y aún nadie se ha dado cuenta de cómo nos despide Soria, nuestra Soria, en este viaje: grandes copos de nieve cubren la tierra como si de una capa fina de seda blanca se tratase. Realmente precioso.
¡A desayunar! ¡Qué hambre tenemos todos después de esta noche larguísima! Aunque muchos, rendidos ante las fuerzas hoy sobrenaturales de nuestras queridas sábanas, renuncian al desayuno. Acabar rápido de preparar la maleta pues... ¡Soria, la ciudad, nos espera! En un principio, tendríamos que haber ido de excursión a la Laguna Negra pero por problemas climatológicos, hoy nos espera un día tranquilo en la ciudad. ¡Qué caras de ángeles tienen todos durmiendo en el autocar! ¡Cualquiera diría que ayer estos angelitos estuvieron dando guerra hasta las tantas de la noche!
¡Pero cómo nieva y qué frío! ¿Un café caliente? Porque no. Nos dirigimos, ya separados (cada uno con sus mejores amigos), en busca de un bar. Como se agradece la cálida temperatura del Collado 58. Después de matar el aburrimiento jugando a cartas, nos dirigimos a comer a un restaurante. Un menú por 8 euros que no está nada mal. En Soria cocinan realmente bien, no tengo ninguna queja sobre los platos que nos han ofrecido en el albergue y en los restaurantes.
Tres de la tarde, hora de despedirnos. De camino a casa, miro con nostalgia los paisajes bañados de oro blanco que seguramente muchos tardaremos en volver a ver. Después de una paradita en Zaragoza, la hora del concurso. Divertido y distraído concurso. Cada uno anima a los de su clase para, de alguna manera ser, uno de los ganadores. Muchas risas. Por fin tenemos un ganador, ¡Ricard Rahuet! Echando una ojeada a su premio, el libro de fotografía Campos de Castilla y otros universos machadianos de César Sanz, me he dado cuenta de lo poco que apreciamos la belleza de la naturaleza. Las fotografías son magníficas y el paisaje es increíblemente precioso. Las fotografías de César transmiten una gran paz interior, al verlas se te ponen los pelos de punta: es el asombro ante tanta belleza. Hago balance de estos días en el autobús: con lo que me quedo del viaje son con los paisajes y, sobre todo, con la visita al Instituto Antonio Machado. Me encantó esa aula donde había tantos escritos y fotografías del poeta en las paredes. Fue como un viaje al pasado. Me cautivó la sabiduría del director, me gustaron mucho sus palabras.
Y ya hemos llegado, los padres nos esperan impacientes y nosotros, aunque no nos guste reconocerlo, también los hemos echado un poco de menos. Y aquí se acaba todo. Ha sido un placer haber compartido esta experiencia con gente tan maravillosa. Gracias.
Maria Ripoll
miércoles, 11 de mayo de 2011
Monasterio de Veruela
Hoy 3 de marzo me ha tocado leer mi fragmento literario y tal vez esto ha hecho este día un poquito más especial. Era La “Carta segunda” del libro Cartas desde mi celda, que Gustavo Adolfo Bécquer escribió en Veruela. La he leído sentada al pie de la Cruz negra, donde el poeta solía aguardar cada tarde la llegada del correo.
La idea de tener que leer un texto que escribió alguien tan importante y de que te estén grabando, me daba mucho respeto, pero una vez allí, me lo tomé con ganas y hasta me gustó. Al final me dije: “Mira, esta carta que se escribió hace ya tantos años, tienes la oportunidad de leerla tú, en el mismo lugar donde quizás Bécquer estuvo sentado”. Sentí que estaba haciendo algo importante. No eres nadie especialmente conocido en el mundo, pero te han dado el honor de brindarle un homenaje al mejor poeta del Romanticismo. El día era gris y ya había nevado un poco, pero el frío era soportable y el ambiente muy agradable. En los pueblos de Soria que hemos visitado se está tranquilo, se respira una paz que no se encuentra cerca de las ciudades. La visita al monasterio de Veruela no ha estado nada mal, y la comida en el hostal de Matalebreras tampoco. La comida estaba muy rica.
Ayer en la ciudad tuvimos el placer de conocer al excelente fotógrafo César Sanz, y de hablar con él en el Casino de la Amistad, donde Machado se reunía de vez en cuando con los intelectuales de clase alta, aunque parece que ese no era el ambiente que más le gustaba. Con César hemos visitado el pueblo de Avelino Hernández, Valdegeña. Al llegar al pueblo ves una frase sorprendente en un muro: “Valdegeña también es mi pueblo”. Luego vimos que debajo estaban escritos nuestros nombres, junto a los nombres de un montón de gente más que había visitado el pueblo en otras ocasiones. Sentí como que dejábamos nuestra huella en aquel pequeño pueblo y eso también me hizo sentir especial.
No me caracterizo precisamente por mi pasión por la literatura, pero este viaje me ha acercado un poquito más a ella. Me ha mostrado otro punto de vista, otra visión de la cultura literaria más allá de lo que nos enseñan en el instituto: una literatura más cercana, más palpable, más real... Ver lo que te han explicado en clase en el lugar donde verdaderamente ocurrió, ha hecho que esos autores que a veces suenan tan lejanos, de repente no lo sean tanto: quizás pisaron la misma tierra que tú estás pisando, o se sentaron en el mismo banco. Todo esto te hace reflexionar y empezar a disfrutar de la literatura de otra forma.
Aina Lluch
lunes, 4 de abril de 2011
Meditando sobre el paisaje
En cuanto la vi, despertó mi curiosidad. Íbamos hacia Medinaceli y recién descubría desde el autobús el paisaje de Soria. Era una imagen sencilla, sin nada relevante ni de importancia, que seguramente pasó desapercibida para los demás. En medio de los verdes y cenicientos prados, en medio de la nada, las ruinas de una casa de piedra que apenas se aguantaba.
Eran sólo los restos de una vieja casa, pero los percibí llenos de recuerdos, llenos de secretos. Eran lo que quedaba de lo que un día fue vida y ahora era sólo un vestigio, un símbolo del paso del tiempo, del paso al olvido. Solo tuve un momento para contemplar aquellos restos de los que pronto ya no quedaría nada, pero todavía ahora aquella antítesis me sobrecoge: piedras olvidadas que han visto demasiadas cosas y campos verdes llenos de vida a los que aún les queda mucho por ver. La muerte y el olvido contrapuestos a la vida.
Me pregunto lo que algún día ocultaron aquellos muros fríos y ya sin vida. ¿De qué fueron testigos? ¿A quiénes protegieron en su interior? ¿a quién vieron crecer y madurar? ¿a quiénes resguardaron del frío, de la lluvia y de la nieve? ¿Por qué un día dejaron allí a la vieja casa, abandonada en medio de todo y en medio de nada?
Pienso en que hoy a la vieja casa de piedra pocas cosas le quedan por hacer: recordar los viejos tiempos, ver pasar a los coches por la carretera, imaginar, tal vez, quiénes son y a dónde van los viajeros, si son felices, si son de por allí.., y sobre todo esperar... A la vieja y ruinosa casa de piedra le queda sobre todo esperar: esperar a derrumbarse, esperar a que la reconstruyan, esperar a que alguien se refugie otra vez en su interior, esperar y soñar...
Ornella Meza
miércoles, 30 de marzo de 2011
Tras las huellas de Machado
Sigo las huellas del camino que Antonio Machado ha dejado en su paso por Soria. El primer lugar donde me llevan es a un mirador, un precioso mirador desde el cual se ve un paisaje árido y frío: el mirador de los Cuatro vientos. De este mirador me llama la atención una estatua, una estatua que representa la silueta de dos personas, la silueta de Machado y de su querida Leonor. El aire que allí se respira desprende una conmovida mezcla de olores, que evoca tristeza por la llegada de la muerte, esperanza por la aparición de un milagro, pero sobre todo felicidad, por tantos buenos momentos compartidos. Será por eso que el mirador transmite tanta tranquilidad y armonía.
Siguiendo de nuevo las huellas de Antonio Machado, llego a un bello camino, en que la vegetación está cubierta por una leve capa blanca. Este camino recorre la orilla del río Duero, entre San Polo y San Saturio. También este camino contagia una extraña paz: el murmullo del río te invita a evadirte del mundo exterior y a adentrarte en tu propio mundo.
Al empezar a caminar y a respirar, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de un Machado solitario, también caminando siguiendo el cauce del río Duero y pensando y pensando. Al finalizar el camino me detengo en una ermita, construida en las rocas, desde la cual se puede ver toda la senda desde el principio al fin: San Saturio.
Siguiendo las huellas de Antonio Machado, hemos llegado finalmente a un lugar triste, oscuro y silencioso. De nuevo ese lugar desprende un olor, un olor un tanto extraño, una mezcla de flores marchitas y pequeñas dosis de agua salada. Al entrar nos encontramos con una puerta de hierro, vieja y oxidada. Las huellas de Machado nos llevan a una lápida, una lápida de mármol blanco en la que está inscrito únicamente: “Leonor Izquierdo Cuevas. De Antonio”. Estoy en el Cementerio del Espino.
A partir de este momento las huellas machadianas empiezan a borrarse y el corto camino que resta empieza a estar borroso, podría decir que es casi inexistente.
Noelia Rull Bravo
jueves, 17 de marzo de 2011
Entre San Polo y San Saturio
Notaba la brisa fría cerca del Duero y me di cuenta de que los álamos me robaban los ojos, aquellos álamos llenos de “iniciales y cifras” de enamorados, escritas con ilusión y pasión... Pronto me sentí aludida: sentía un desenfrenado deseo de ser también yo dueña de aquellos árboles y protagonista de aquel momento.
Mientras respiraba ese aire encantado que hay entre San Polo y San Saturio, y me imaginaba los paseos solitarios de Machado, decidía en qué álamo quería dejar mi marca. Tenía que ser alto, alegre, de color plomizo y reservarme un espacio entre todos aquellos enamorados que alguna vez habían sentido lo que yo sentía en aquel instante. Percibía que aquellos bellos álamos atraían todas las miradas del paseo. Un camino largo, reflexivo y lleno de esperanza que se trazaba paralelo al Duero. Sabía que había enigmáticas leyendas escondidas en las colinas y montes, y eso aún hacía más sugerente aquel paisaje seco y frío de Soria, una ciudad donde aún perdura la historia de amor entre Antonio Machado y Leonor.
Y entonces lo vi: era un árbol especial. Aquel álamo era el ideal para escribir la cifra que tanto marcó mi destino. Me acerqué a él con cuidado, estaba un poco desviado del camino. Me sentía afortunada, tenía mis razones para serlo, y empecé a dibujar aquellas fechas en qué comenzó el amor. Cogí una piedra que estaba debajo de su tronco y sin querer hacerle daño, escribí una cifra más, pero esa vez era la nuestra. Nuestra fecha y nuestras iniciales resaltaban verdes en la corteza polvorienta del álamo.
Con ternura observé por última vez ese lugar y, sumergida en mis pensamientos y absorta en el frío, me fui. Pero sabía que aquella marca nunca se borraría. Los vientos helados de Soria la protegerían y nunca nadie podría hacerla desaparecer. La magia de descubrir el mundo solo te alcanza si eres capaz de implicarte en los nuevos lugares que encuentras. Y eso es lo que me pasó a mí en el paseo entre San Polo y San Saturio: sentir que ese lugar que también había sido especial para otros, ahora lo era para mí.
Ana Segura Altés
El viaje de vuelta
He escogido este momento para llenar esta página, porque fue entonces cuando pude comprender el ideal romántico del viaje: un viaje sin más motivo que contemplar la belleza de la tierra que visitas. Estas últimas horas en el autobús, con mi música favorita de fondo, cansado pero sin poder dormir y sin poder parar de preguntarme si todo esto que he ganado hoy, se desvanecería mañana, y si estos sentimientos se convertirían en meros recuerdos...
La segunda parte del viaje de vuelta ha sido mucho más animada. He dejado a un lado todas estas reflexiones y he seguido el concurso que se ha organizado sobre conocimientos del viaje, disfrutando sobre todo de la ronda final en que se decidía el ganador definitivo. Tras un largo trayecto por carretera, hemos llegado a casa. El frío ya quedaba lejos y una parte de mí deseaba profundamente prolongar este viaje, porque aunque se vaya a convertir sólo en recuerdo, un recuerdo erosionado poco a poco por el tiempo, ahora es mucho más y merece ser inmortalizado en palabras.
Josep Sánchez
Jueves 3 de Marzo del 2011. Valdegeña
Jueves 3 de Marzo del 2011. Valdegeña
Son alrededor de las cuatro de la tarde. Hemos llegado a un pueblo pequeño, no muy lejano a la capital. El cielo ahora está claro, las nubes grises que lo tapaban hace unas horas, se han marchado a hacer daño en otro lugar. Bajo la mirada y quedo absorta por las calles blanquecinas: todas apuntan al cielo, todas parecen antiguas, todas despiertan una rara sensación… la sensación de un vacío que poco a poco se va llenando. Delante de mí, una de las muchas sorpresas del pueblo: “Valdegeña también es mi pueblo”, escrito con letras grandes en el primer muro que encuentras al llegar. Abajo, centenares de teselas con nombres de personas y ciudades cubren la pared. En el extremo derecho, hallo también mi nombre y mi ciudad grabados en una tesela. Al momento me siento parte de este pueblo, aunque aún me quede mucho por ver y saber de él. De repente entiendo el significado de la frase que se encuentra a unos centímetros de mi nombre.
Ascendemos por los caminos antiguos hasta llegar a la iglesia del lugar. Nos acompaña Ricardo, un hombre ya mayor. Antes Olga nos ha comentado que es hermano del escritor Avelino Hernández. Ya a simple vista parece un hombre bueno, que transmite sobre todo mucha bondad y empeño. Algunos suben a hacer sonar la campana, pero yo me quedo abajo con Ricardo y algunos compañeros más. Ricardo nos explica antiguas historias de bandoleros. Al salir de la diminuta iglesia entramos en el cementerio: la imagen de las tumbas me da escalofríos, así que salgo de ese espacio a los pocos minutos. Poco después nos dirigimos hacia la escuela: Ricardo nos explica que la ha hecho reformar y ha recuperado algunas reliquias (utensilios del campo, antiguos pupitres...) para adornar las habitaciones. Me empieza a conmover la paciencia y dedicación del viejo Ricardo: ¡Tantas horas empleadas en la conservación y la mejora de un pueblo que hace años era poco más que cuatro piedras! Sentada en uno de los pupitres escucho la lectura que algunos de mis compañeros hacen de “El monte de la ánimas” de Becquer y los monólogos de Nathaly y Ricardo, que explican cosas realmente interesantes.
Bajamos ahora por distintas calles: Ricardo nos cuenta que han creado una sala de ordenadores para los niños y que tienen el proyecto de habilitar una casa rural. Poco después, pasamos por delante de Silvestrito, una pequeña estatua que recuerda al protagonista de un libro de Avelino para niños. Dicen que si le frotas la cabeza a Silvestrito aprobarás las matemáticas (como era de esperar todo el mundo se detiene a frotarle la cabeza con entusiasmo). A unos pasos está el portal de la casa familiar de Avelino Hernández. Ricardo nos invita a pasar y a calentarnos cerca del fuego de una chimenea, decorada con vistosas conchas. En el comedor Samanta y Alexandra. ante la foto de Avelino y junto a Ricardo, leen otro maravilloso fragmento de Mientras cenan con nosotros los amigos.
Cuando nos despedimos del hermano cuarto de Avelino pienso sobre él y sus empeños. Me emociono al pensar en este amor entre hermanos y en la lucha diaria de Ricardo por conseguir que el pueblo de Avelino Hernández resista y sea reconocido.
Alba Garcia Travé
martes, 15 de marzo de 2011
Valdegeña
Mi viaje a Soria
viernes, 4 de marzo de 2011
DE VUELTA A CASA -INFORMACIÓN
HORA PREVISTA DE LLEGADA SOBRE LAS 20:30
jueves, 3 de marzo de 2011
Tercer día por tierras de Soria
Como siempre, después de ducharnos, vestirnos y hacer nuestras cosas, a las 9 hemos tomado nuestro desayuno, que hoy ha consistido en 3 croasanes y un vaso de leche. Seguidamente, sobre las diez el autocar nos ha recogido y no has llevado al monasterio de Veruela, visita que teníamos programada para las cuatro de la tarde, pero hemos tenido que adelantar, y cambiar nuestra ruta.
En el monasterio, nos han contado como Bécquer y su hermano vivieron un año de sus vidas allí, y en general las costumbres de los monjes, que solo hacían lo estrictamente necesario para subsitir (por ejemplo: su higiene personal se llevaba a cabo una vez al mes, y a veces ni eso, porque representaba una penitencia para ellos).
Después algunos de los alumnos han leído fragmentos de las cartas que Bécquer escribió en su celda, y han resumido el contenido de ellas.
Al salir del monasterio, hemos pasado unos 10 minutos observando un monumento de piedra en forma de cruz, donde dos alumnas han leído otra de las cartas de Bécquer.
Seguidamente, sobre la 1, hemos ido a comer al Hostal Mari de Matalebreras con el famoso fotografo soriano César Sanz y Ricardo y Dolores, familiares del escritor Avelino Hernández. Los alumnos hemos podido elegir entre 3 primeros platos, 3 segundos y 3 postres.
Al terminar nuestra comida, nevaba con más intensidad, y bien tapados, con bufandas y gorros, hemos subido de nuevo al autobús, que esta vez nos ha llevado al pueblo (Valdegeña) del escritor (Avelino Hernández) del libro que este trimestre hemos leído: Mientras cenan con nosotros los amigos.
Al llegar a Valdegeña, nos han recibido con nuestros nombres escritos en baldosas pegadas a la pared que da la bienvenida al pueblo.
Seguidamente, acompañados por Ricardo, un hombre mayor residente allí, hemos paseado por el pueblo de Avelino, donde nos ha ido contando y enseñando algunas de las diferentes lugares relacionados de alguna manera con la vida de Avelino.
Algunos de los edificios que hemos visitado han sido, una antigua herrería, la iglesia (donde los que han querido, han podido subir a ver las campanas), un pequeño museo, que anteriormente había sido escuela, ayuntamiento y sala de baile, y que ahora Ricardo se engarga de cuidar, y recoger antigüedades. Allí 3 alumnas han leído parte de la leyenda soriana de Bécquer, el Monte de las Ánimas. Y por último la casa de Avelino.
Finalmente el autobús nos ha devuelto al albergue, donde estamos esperando para tomar nuestra cena.
Crónica del primer día que nos quedó pendiente
Queridos padres, les escribimos desde una Soria árida y fría, como bien nombra A. Machado en uno de sus poemas, ciudad por la que fue adoptado, y donde conoció a su verdadero amor, Leonor.
Nada más llegar aquí hemos percibido la tranquilidad, la naturaleza en su estado puro y la hospitalidad típica de los pueblos españoles. Medinaceli una ciudad que ha sido testigo mudo del transcurso del tiempo desde la prehistoria hasta el día de hoy. Sus calles como laberintos con aromas tradicionales de esta tierra, fáciles de percibir por nosotros. Su arquitectura que es mezcla única que la complementa con este paisaje antiguo, pero en el horizonte se ve reflejado lo moderno con los molinos de viento que son señal del mundo tecnológico en el cual vivimos.
Aldealseñor escenario de la película “El cielo gira” realizada por Rosa Álvarez que fue la última niña nacida en este pueblo. Para realizarla tenía que escoger los protagonistas idóneos que trasmitan la sabiduría de la vida pero a su vez la realidad en la que vivían. En este pueblo en el cual habitan exactamente 12 habitantes, hemos tomado contacto con ellos son gente muy amable que con solo mirarles puedes ver que les gusta su vida, su rutina y sobretodo el frio al cual ya están acostumbrados y nosotros no, pero de igual forma intentamos hacerle frente con lo que se puede. Conocimos al sobrino de Antonino que era un pastor de muchos años que iba ser nuestro guía en este pueblo soriano. Pero nos decepcionamos un poco al saber que el ya había abandonado este sitio, se había ido como todos a Soria capital , y pudimos ver que Olga al saberlo se sobrecogió mucho y se vio reflejado en su cara aunque intentaba ocultarlo. El lado positivo, es que pudimos aprovechar para comprar algunos embutidos de muy buena calidad en ese pequeño pueblo, que aún tiene esperanzas para sobrevivir.
La verdad es que en todo el día hemos vivido una verdadera odisea, al principio del viaje, cuando estábamos preparados para irnos, nos dimos cuenta de que faltaba uno de los chicos que tenía que venir al viaje, y nadie tenía su número para localizarlo y saber si iba a venir, pero al fin, después de hacer unas llamadas conseguimos dar con él, y cuando llegó pudimos comenzar el viaje, una hora tarde.
Después de pasar algunas horas insoportables dentro del autobús y parar en una bar de carretera para comer, llegamos a Medinaceli, donde comimos y estuvimos algunas horas, y después fuimos hacia Aldealseñor. Después de salir de allí, y pasar mucho frío, por fin nos dirigimos hacia el albergue, pero antes, por poco atropellamos a un conejo, no llevamos por delante a un pájaro, y vimos a 3 corzas jugando en medio de la carretera.
Por último llegamos al albergue, cenamos y fuimos a dar un paseo nocturno el cual aprovechamos, al menos los que fuimos al paseo, para jugar con la nieve.
miércoles, 2 de marzo de 2011
Segundo día
Por la mañana paseo por el Duero, y después de comer Antonio Machado en Soria
Dia 2:
De buena mañana, hemos experimentado una helada y fresca visita en la ermita del Mirón y el mirador de los Cuatro Vientos.
Seguidamente hemos disfrutado de las brillantes y arcaicas estructuras, de los Arcos de San Juan del Duero.
Sobre nuestros pasos hemos salido de Soria, para adentrarnos en un paseo por las riberas del Duero, entre San Polo y San Saturio.
El autocar nos ha recogido al otro lado del río, y nos ha llevado hasta la capital, dónde hemos comido de maravilla en los típicos bares Sorianos. Paseos y risas han caracterizado nuestras pocas horas de ocio.
Poco antes de las cinco de la tarde nos hemos reunido para visitar la tumba de Leonor en el cementerio del Espino. Otra vez en el mundo de los vivos, nos hemos parado para observar el famoso Olmo Seco de Machado.
Seguidamente nos dirigimos hacia el Instituto en que Machado daba clases y el director del centro nos ha dado una charla.
Por última visita del dia hemos visitado el Casino Círculo de la Amistad. Tras ser sorprendidos por las relíquias de la época, César Sanz nos ha hablado sobre los grandes autores españoles que han pisado la capital nomantina.
Finalmente hemos regresado al albergue y hemos cenado.
Menú: Sopa de calabacín, carne a la plancha y natillas de postre.
Son las diez de la noche y nos vamos hacia el hotel para reunirnos junto al fuegoy explicar historias de miedo y fantasmas de la mano de Adolfo Gustavo Bécquer.