Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

miércoles, 30 de marzo de 2011

Tras las huellas de Machado

Tras las huellas de Machado

Sigo las huellas del camino que Antonio Machado ha dejado en su paso por Soria. El primer lugar donde me llevan es a un mirador, un precioso mirador desde el cual se ve un paisaje árido y frío: el mirador de los Cuatro vientos. De este mirador me llama la atención una estatua, una estatua que representa la silueta de dos personas, la silueta de Machado y de su querida Leonor. El aire que allí se respira desprende una conmovida mezcla de olores, que evoca tristeza por la llegada de la muerte, esperanza por la aparición de un milagro, pero sobre todo felicidad, por tantos buenos momentos compartidos. Será por eso que el mirador transmite tanta tranquilidad y armonía.

Siguiendo de nuevo las huellas de Antonio Machado, llego a un bello camino, en que la vegetación está cubierta por una leve capa blanca. Este camino recorre la orilla del río Duero, entre San Polo y San Saturio. También este camino contagia una extraña paz: el murmullo del río te invita a evadirte del mundo exterior y a adentrarte en tu propio mundo.

Al empezar a caminar y a respirar, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de un Machado solitario, también caminando siguiendo el cauce del río Duero y pensando y pensando. Al finalizar el camino me detengo en una ermita, construida en las rocas, desde la cual se puede ver toda la senda desde el principio al fin: San Saturio.

Siguiendo las huellas de Antonio Machado, hemos llegado finalmente a un lugar triste, oscuro y silencioso. De nuevo ese lugar desprende un olor, un olor un tanto extraño, una mezcla de flores marchitas y pequeñas dosis de agua salada. Al entrar nos encontramos con una puerta de hierro, vieja y oxidada. Las huellas de Machado nos llevan a una lápida, una lápida de mármol blanco en la que está inscrito únicamente: “Leonor Izquierdo Cuevas. De Antonio”. Estoy en el Cementerio del Espino.

A partir de este momento las huellas machadianas empiezan a borrarse y el corto camino que resta empieza a estar borroso, podría decir que es casi inexistente.

Noelia Rull Bravo

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