Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

miércoles, 2 de mayo de 2012

Mi viaje por tierras de Soria


¿Escoger un solo día para explicar el mejor momento del viaje? Realmente creo que es algo muy difícil, ya que  hemos vivido, al menos yo, momentos muy emocionantes esta semana.
El primer día, sólo al bajar del autobús y notar el viento helado de Medinaceli en la piel,  supe que estábamos en un lugar distinto y que desde Vilafranca no podíamos ni  remotamente hacernos una idea de cómo eran estas tierras.  Dar el primer paseo por  ese pequeño pueblo y ver la representación juglaresca de Gisela y Martí,  fue una magnífica manera de empezar un viaje que, sinceramente, no esperaba que me fuera a gustar tanto.
La tertulia sobre Mientras cenan con nosotros los amigos  en el Casino de la Amistad fue también muy interesante,  pero cuando los chicos (los dos Martí, Oriol  y  Albert) se pusieron a cantar y más tarde las chicas (Lara, Sara y Elena)   a bailar el poema “Sueño infantil” de Machado recitado por Marta, y acompañadas de la música del espléndido piano que  tocaba Gemma,  noté un escalofrío por todo mi cuerpo. Yo no soy una persona a quien le apasione la poesía, pero sí la música y la danza, por eso creo que ese fue el primer momento en que fui capaz de sentir un poema. Este fue uno de los momentos que más me impactó del viaje.
Al día siguiente, cuando miré el dossier para ver lo que haríamos y leí: “Paseo por las riberas del Duero” pensé: “Vaya día que nos espera, pasear  al lado de un río… “ Ese pensamiento cambió totalmente en cuanto llegamos allí.  Ante ese paisaje hermosísimo  era imposible pensar en cosas malas, cualquier sombra, cualquier pesar se desvanecía. Nos decían: “Tenéis que buscar hojas de los árboles para hacer el trabajo de botánica…”,  pero a mí me costaba mucho apartar la mirada de ese río, de los álamos,  de las colinas cenicientas...  En ese momento entendí  lo que nos explicaron antes de llegar a Soria: “Machado paseaba cada tarde entre San Polo y San Saturio,  para  reflexionar, para inspirarse...”.
Y hubo otros preciosos paisajes  (los que rodean a Valdegeña o a Valdeavellano de Tera, el Cañón del Río Lobos, la Laguna negra...), paisajes que se veían desde cualquier lugar y que aunque haya inmortalizado con la cámara de fotos, nunca será como verlos en directo, paisajes que, cuando los miraba,  me olvidaba del frío,  del cansancio, y de todo lo que me rodeaba.
Otra experiencia que no olvidaré  fue cuando representamos nuestro trabajo de Mientras cenan con nosotros los amigos. Recuerdo que estaba muy nerviosa, que temblaba… pero una vez empezamos y vi las caras de la gente que nos miraba,  me olvidé de los nervios e intenté disfrutar al máximo del momento.
Y aunque he aprendido mucho en Soria, aunque he visto y he sentido muchas cosas que no imaginaba, lo que seguro que no olvidaré son los momentos por las noches en el albergue. Allí descubrí a gente que no sabía ni cómo se llamaba, a grandes personas con las que quizás no había hablado más que un par de veces fugazmente. Me di cuenta de que a veces no hace falta estar en una discoteca para pasárselo bien,  que un vestíbulo de pocos metros cuadrados, en el que estamos todos sentados en el suelo y en el que  alguien toca una guitarra,  puede ser un gran momento, una noche irrepetible y  única.
UXÚE GONZÁLEZ

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