Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

lunes, 7 de mayo de 2012

Una inesperada lección de cultura popular


De todos los días de nuestra estancia en tierras de Soria, el momento que más me gustó fue la mañana que pasamos en Valdegeña. Es cierto que hicimos actividades muy interesantes en otros lugares, que aprendimos muchas cosas de Literatura, de Historia, de Arte o Ciencias Naturales, y es cierto que el trabajo de campo es importante para profundizar en estas asignaturas, pero la Literatura, el Arte, la Historia y la Biología también se pueden conocer leyendo y estudiando. En Valdegeña, en cambio, aprendimos algo a lo que no  puedes acceder sólo asistiendo a clases o leyendo: la cultura popular y el espíritu de solidaridad y humanidad que, como en aquel pequeño pueblo, se mantienen todavía vivos en algunos lugares.

Nuestro guía, Ricardo Hernández, no destacaba por sus conocimientos de Ciencias, tampoco era un gran especialista en Literatura, pero se mostró un gran conocedor de cosas prácticas, muy arraigadas en la zona en la que vivía y en la agricultura, en la que había trabajado desde niño. Ricardo  conocía muy bien la historia de su pueblo, las leyendas de la región, las historias de bandoleros.... También dominaba perfectamente la geografía que rodeaba a Valdegeña, como claramente nos enseñó a todos. Ya en su casa vimos algunas de las piezas de madera que había tallado con gran habilidad: algunos baúles, o un cuadro de la iglesia de San Lorenzo hecho con trozos de madera, que me recordó un poco el estilo cubista. Ricardo nos  enseñaba sus obras con mucha humildad y más tarde, cuando inesperadamente le regaló una boina a Manel, nos mostró su gran generosidad.

Ricardo ha dejado sobradamente claro su amor por Valdegeña y su respeto por la  cultura popular con el museo de herramientas del campo que ha creado y con el albergue rural que está impulsando para conseguir atraer algunos turistas a la zona, ya que el pueblo, desgraciadamente, se encuentra casi desierto: sólo  7 habitantes viven permanentemente en Valdegeña. Mientras comíamos, Ricardo me contó sonriendo que mucha gente era incapaz de aguantar las adversidades del campo,  que se iban a la ciudad, para vivir con más comodidades y que, por eso, era tan importante dar a conocer el pueblo. Y es que, al mediodía, cuando fuimos a comer al Hostal Mari Carmen de Matalebreras,  tuve la suerte de sentarme a su lado y  entablar con él  una larga conversación sobre su vida, sobre la cultura agrícola del pueblo, sobre el clima de la zona....

Ricardo es un hombre que siempre habla con  sinceridad y que siempre  sonríe. Entre    las muchas anécdotas de la vida en el campo que me contó, recuerdo especialmente una: desde los doce años prepara quinientos litros de vino, que le duran todo el año. Me explicó todo el proceso: el prensado, la fermentación, el envejecimiento... Paré mucha atención, porque yo también intento hacer vino, y aprendí muchas cosas de esa conversación, También me explicó que conocía a muchos catalanes porque de joven había trabajado de obrero en Barcelona. Me relató un sinfín de anécdotas de robos, caza, perros desaparecidos o predicciones de ancianos sobre las cosechas. Y  consiguió captar totalmente mi atención, porque lo explicaba todo con mucho detalle y habilidad,  y porque, sinceramente, encontraba todas aquellas anécdotas muy interesantes.

Ese día descubrí que Ricardo era un hombre sincero, humilde, amable y solidario, un hombre, como decía Machado, “en el buen sentido de la palabra bueno”, un hombre también rebelde y en el fondo muy durrutiniano. Y  me conmovió mucho, porque en el mundo en el que vivimos, se hace muy difícil encontrar gente que aún conserve valores altruistas y solidarios. Ricardo Hernández me pareció  un ejemplo a seguir.
 
MARC VALLÈS

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