Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...

jueves, 10 de mayo de 2012

En Valdegeña, con Ricardo


Me es muy difícil tener que elegir un momento especial del viaje porque todos los días me lo pasé muy bien, pero creo que mi mejor día fue cuando fuimos a  Valdegeña, al pueblo de Avelino Hernández .

Sólo al bajar del autobús, ya me di cuenta que aquel pueblo y yo teníamos algo en común. Valdegeña es un pueblo no demasiado grande y de mucha antigüedad. La mayoría de las casas están hechas de piedra. Ricardo, el hermano de Avelino,  fue un guía estupendo: me gustó mucho cómo  nos explicaba cómo era el pueblo cuando él y Avelino eran pequeños.

Desde la iglesia de San Lorenzo se podían ver  campos  sembrados de trigo y el inmenso bosque que había al lado del pueblo. La iglesia era de  estilo románico tardío.  No era muy grande, pero en su nave podían asistir a misa perfectamente todos los habitantes del  pueblo.  Ese instante fue mi momento más especial, seguramente porque fue entonces cuando  tuve que recitar mi poema delante de todos. Tenía un poco de miedo a  equivocarme, pero al final  me salió bien y  todos mis compañeros aplaudieron.

Luego fuimos a visitar la antigua escuela. Tampoco ese edificio era muy grande,  pero seguro que suficiente para la población de Valdegeña.  Ricardo comentó que ese edificio había sido también utilizado como ayuntamiento y sala de baile.

A continuación nos dirigimos a la casa donde vivió tantos años Avelino Hernández.  Entre las paredes de esa gran casa era donde Avelino maduraba las ideas que luego recogería en sus libros.

Fuimos a comer todos juntos al hostal Mari Carmen de Matalebreras. Me gustó esa comida: parecía que nos conocíamos de toda la vida, que comíamos juntos cada día.

Por la tarde visitamos un pueblo llamado Noviercas. Me gustó mucho el documental que vimos en el Torreón árabe. En tiempo de la reconquista, la población se refugiaba allí cuando había el peligro de que el pueblo fuese atacado, pues era un sitio muy seguro. Los habitantes del pueblo sabían varios escondites que comunicaban con el Torreón. Aunque no siempre tuvieron  suerte: los enemigos  incendiaban los campos para que así no tuvieran comida con que alimentarse y si perdían la cosecha era una catástrofe para el pueblo.

Este viaje ha sido una gran experiencia de aprendizaje. He descubierto que se puede aprender Literatura, Arte y Ciencias Naturales de una manera muy agradable, pero quiero terminar esta diario diciendo que lo que más me ha gustado es hacer amistad con gente nueva, con la que hasta ahora nunca habíamos tenido ni siquiera una conversación.

ADRIÀ AMETLLER

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