Comença l'activitat a @tierrasdesoria tres alumnes de l'@Ins_Eugeni ens fan viatjar al món del Cid. #tdsoria #edors #somdeleugeni pic.twitter.com/NKvkEojsdy
— Joan Blasco (@JoanBlasco) 4 de abril de 2017
viatge cultural per terres de Sòria. Primer de Batxillerat. Institut Eugeni d'Ors. Vilafranca del Penedès.
Páginas
Antonio Machado, El Cantar de Mio Cid, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Avelino Hernández, Mercedes Álvarez ...
martes, 4 de abril de 2017
El món del Cid
lunes, 15 de junio de 2015
La silla de Machado
Uno de los momentos más impactantes del viaje fue, junto la excursión a la Laguna Negra, la visita al Instituto Antonio
Machado, que hicimos el segundo día de nuestra estancia en Soria.
La tarde comenzó en el
cementerio del Espino, dónde recitamos algunos poemas, y siguió hasta el Instituto Antonio Machado. El espacio del instituto es
impactante: había hasta un claustro. Los pasillos estaban llenos de
arcadas, que nos llevaron hasta una
clase diferente a las demás, una clase que se había quedado anclada muchísimos años atrás, como atascada en el tiempo: era la
clase donde Machado impartía sus clases de francés.
Yo soy de esas personas a las que le gustan estas cosas: descubrir lugares
intemporales que te transportan a otras épocas y lugares. Cuando entras en un lugar como el Aula Antonio Machado
sientes haber entrado en un espacio donde el tiempo no avanza. Quedé bastante fascinado al ver esos pupitres y esos armarios en los que hace más de 100 años habían escrito los alumnos de Machado. Después de que el director nos
contase la vida de Machado (se sabía de memoria su poesía entera), nos tocó el turno a
nosotros.
Me senté en la silla
del profesor y leí mi texto una vez más. Mientras,
nuestra profesora nos explicaba más cosas sobre el paso de Machado por el instituto. Yo estaba concentrado
leyendo en voz baja mi parte, pero de pronto, escuché algo que dijo: “Tenéis que ser conscientes de que esta clase se conserva
exactamente igual que en la época en la que Machado impartía sus clases aquí. Estáis sentados en las mismas sillas, y
rodeados de los mismos muebles que en 1907”.
Entonces paré de leer, y
pensé. Estaba
sentado en la misma silla en la que Machado
iluminaba a sus alumnos con sus explicaciones. Y sentí una gran responsabilidad y honor.
Leí un texto
sobre los “Proverbios y
Cantares” de Machado
y cuando acabé sentí que había hecho algo
parecido a lo que hacía Machado en
su época:
hablar, explicar, enseñar desde esa tarima de madera crujiente,
apoyado en esa misma mesa negra.
Cuando ya nos íbamos, vi cómo la gente pasaba por delante de esa
silla y de esa mesa, y nadie se paraba a sentarse o a mirar. Luego imaginé que si
a mí me hubiera
tocar estar en su lugar, sentado en los pupitres y no en la tarima del
profesor, al salir de la clase, sí que me hubiera parado y me hubiera sentado en la silla de Machado.
Martí Montaner
jueves, 11 de junio de 2015
Soñaba con ese lugar
Podría empezar diciendo que ha sido un
viaje espectacular con momentos cumbres, pero la verdad es que es difícil describir la
intensa experiencia que hemos vivido.
Dejando atrás el magnífico rato que
pasamos con César, el paseo por
Medinaceli y alguna que otra anécdota, Valdegeña (que “también es mi pueblo”)
y el entusiasmo de Ricardo, que nos
ayudó a conocer mejor a Avelino
Hernández, mi momento favorito del viaje fue el último día: la Laguna Negra, un paisaje espectacular, del que puedes
esperar cualquier cosa.
Soñaba con ese lugar desde que, antes
del viaje, vi dos fotografías . Llegó el día y la laguna se hacía de rogar,
exigió un de un paseo por la niebla, un paseo un tanto pesado pero a la vez
mágico. Mientras caminaba, a mi mente
venía una y otra vez, una frase del discurso de Machado en San Saturio
que yo había interpretado el miércoles: “Soria es una tierra admirable de
humanismo, democracia y dignidad”. Sí,
así es Soria. También me acordé de una de las muchas reflexiones de
César: los matices de significado entre lo humanista y lo humano.

Ha sido un viaje lleno de emociones y
de nuevos conocimientos, tanto personales como culturales. Aprender a ser “en
el buen sentido de la palabra bueno”.
Elena Perea
jueves, 4 de junio de 2015
Lliurament de premis #TdSoria 2015
Foto premiada a la categoria #pueblos
per Núria Giner
Foto premiada a la categoria #naturaleza
per Leslie Moreno
miércoles, 3 de junio de 2015
La Casa de los poetas
En “La casa de los poetas” me sentí pequeña. No fue ni
por la altura ni por la edad, sino por el hecho de que esas paredes estaban
llenas de la historia y de los libros de grandes escritores ligados a Soria, de
verdaderos artistas. Comparada con ellos, yo era una simple chiquilla
intentando escribir algo que estaba todavía infinitamente lejos de las obras de esos poetas.
El guía nos iba explicando entusiasmado la vida de
aquellos autores: la vida amorosa de Bécquer, curiosidades del paso de Machado por Soria o de la gran inteligencia de
Gerardo Diego. Pensé que seguramente estos tres poetas (y tantos otros) habían empezado algún día como yo, con unas primeras líneas mal escritas
y que no reflejaban exactamente lo que querían decir. A lo mejor repetían
también muchas veces la misma palabra, o se quedaban a medias de un escrito
porque se les agotaba la inspiración.
Espero que algún día podré decir que mi novela ha sido posible
gracias a que he tenido unos increíbles referentes de los que he aprendido
mucho (aunque ellos sean poetas, son parte de mi inspiración). Mi objetivo no es ser como ellos, sino encontrar mi
pequeño rincón en la literatura y en el mundo,
que la gente comprenda lo que yo siento cuando escribo esas páginas, que
lloren como yo lloré, y que rían como yo también reí. Quiero hacerles sentir a
los lectores de mil maneras distintas, como ellos me han hecho sentir a mí
tantas cosas con sus poemas.
Cuando entré en “La casa de los poetas”, sentí mucha
curiosidad y ganas de memorizar cada uno de los detalles que descubría. Yo
tengo una especial debilidad por Bécquer, no solo porque su vida amorosa
parezca de locos y me recuerde a una
telenovela latinoamericana, sino porque sus poemas me atraen extrañamente, como
si sus palabras me enmantaran. Hay un poema de Bécquer que para mí es
excepcional y que es siempre el que me
viene a la mente cuando me preguntan por él. He encontrado en esos versos una
parte de mí, como si Bécquer hubiera reflejado en esas estrofas lo que yo he sentido: “Volverán las oscuras
golondrinas” es sin duda uno de los poemas más bonitos que he leído nunca. . Me
encantó también aquel video de “El
monte de las ánimas”, misterioso y tenebroso, como la misma leyenda.
La verdad es que estuvo realmente genial la visita. Como
ya he comentado antes, la parte más interesante para mí fue la de Gustavo
Adolfo Bécquer, pero en realidad, en todas las secciones había aquella cosita
te no te dejaba perder el hilo de la visita.
Esa noche nos fuimos a dormir con otra lección de
literatura bien aprendida.
Bet Riba
jueves, 30 de abril de 2015
Un logro
Los
viajes tan intensos tardan en asentarse en mi memoria. Las pocas horas de sueño
y tantas experiencias ocurridas durante tan pocos días explican que haya cosas
que ya no recuerde. Pero hay un momento que nunca marchará…
El
mediodía del miércoles la adrenalina empezó a correr por mis venas. Mis amigos
más íntimos me vieron disimular con afán el temblor de mis piernas. Sabía que
ese era mi momento. Me invitaron a sentarme en una barandilla, y todo empezó.
Martí leía una breve introducción “A un Olmo Seco”, mi poema, pero yo no le
oía. De pequeña había practicado taekwondo y aún conservo una de sus técnicas.
Me concentré en no pensar en nada, solo en sentir. Cuando llegara el momento,
no tendría que recurrir a la memoria para recitar el poema, sino que el poema
de Antonio Machado, (ese poema tan lleno de descripciones hermosas, haría
cantar al olmo.
Mientras recitaba que “algunas hojas verdes le han salido”, sentía
la luz cálida filtrándose a través de los tejados, mi mano acariciando la baranda
fría y lisa, el suave viento moviendo mi melena. El silencio persistía y, en
él, mil ojos que me observaban. Entre esos ojos pude ver fortuitamente la
sonrisa reconfortante de Irene, el pulgar de Claudia, a Sandra que se había
procurado estar frente a mí todo el tiempo en que durara el poema, lo atenta
que estuvo Nuria hasta el final…
No
fue hasta que me aplaudieron, cuando me di cuenta de que había acabado, que mis
temores eran innecesarios y que tanta desconfianza era sólo un fantasma de mi
mente. No podía creérmelo: lo había conseguido.
Susanna Abdalla Masana
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