Uno de los momentos más impactantes del viaje fue, junto la excursión a la Laguna Negra, la visita al Instituto Antonio
Machado, que hicimos el segundo día de nuestra estancia en Soria.
La tarde comenzó en el
cementerio del Espino, dónde recitamos algunos poemas, y siguió hasta el Instituto Antonio Machado. El espacio del instituto es
impactante: había hasta un claustro. Los pasillos estaban llenos de
arcadas, que nos llevaron hasta una
clase diferente a las demás, una clase que se había quedado anclada muchísimos años atrás, como atascada en el tiempo: era la
clase donde Machado impartía sus clases de francés.
Yo soy de esas personas a las que le gustan estas cosas: descubrir lugares
intemporales que te transportan a otras épocas y lugares. Cuando entras en un lugar como el Aula Antonio Machado
sientes haber entrado en un espacio donde el tiempo no avanza. Quedé bastante fascinado al ver esos pupitres y esos armarios en los que hace más de 100 años habían escrito los alumnos de Machado. Después de que el director nos
contase la vida de Machado (se sabía de memoria su poesía entera), nos tocó el turno a
nosotros.
Me senté en la silla
del profesor y leí mi texto una vez más. Mientras,
nuestra profesora nos explicaba más cosas sobre el paso de Machado por el instituto. Yo estaba concentrado
leyendo en voz baja mi parte, pero de pronto, escuché algo que dijo: “Tenéis que ser conscientes de que esta clase se conserva
exactamente igual que en la época en la que Machado impartía sus clases aquí. Estáis sentados en las mismas sillas, y
rodeados de los mismos muebles que en 1907”.
Entonces paré de leer, y
pensé. Estaba
sentado en la misma silla en la que Machado
iluminaba a sus alumnos con sus explicaciones. Y sentí una gran responsabilidad y honor.
Leí un texto
sobre los “Proverbios y
Cantares” de Machado
y cuando acabé sentí que había hecho algo
parecido a lo que hacía Machado en
su época:
hablar, explicar, enseñar desde esa tarima de madera crujiente,
apoyado en esa misma mesa negra.
Cuando ya nos íbamos, vi cómo la gente pasaba por delante de esa
silla y de esa mesa, y nadie se paraba a sentarse o a mirar. Luego imaginé que si
a mí me hubiera
tocar estar en su lugar, sentado en los pupitres y no en la tarima del
profesor, al salir de la clase, sí que me hubiera parado y me hubiera sentado en la silla de Machado.
Martí Montaner
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el articulo!
ResponderEliminarSoria en otoño es una maravilla desconocida!
He escrito un breve post sobre la Soria otoñal … espero que os guste!
http://paulinaontheroad.blogspot.com.es/2015/06/soria-unknown-gem-at-stone-throw-from.html