En “La casa de los poetas” me sentí pequeña. No fue ni
por la altura ni por la edad, sino por el hecho de que esas paredes estaban
llenas de la historia y de los libros de grandes escritores ligados a Soria, de
verdaderos artistas. Comparada con ellos, yo era una simple chiquilla
intentando escribir algo que estaba todavía infinitamente lejos de las obras de esos poetas.
El guía nos iba explicando entusiasmado la vida de
aquellos autores: la vida amorosa de Bécquer, curiosidades del paso de Machado por Soria o de la gran inteligencia de
Gerardo Diego. Pensé que seguramente estos tres poetas (y tantos otros) habían empezado algún día como yo, con unas primeras líneas mal escritas
y que no reflejaban exactamente lo que querían decir. A lo mejor repetían
también muchas veces la misma palabra, o se quedaban a medias de un escrito
porque se les agotaba la inspiración.
Espero que algún día podré decir que mi novela ha sido posible
gracias a que he tenido unos increíbles referentes de los que he aprendido
mucho (aunque ellos sean poetas, son parte de mi inspiración). Mi objetivo no es ser como ellos, sino encontrar mi
pequeño rincón en la literatura y en el mundo,
que la gente comprenda lo que yo siento cuando escribo esas páginas, que
lloren como yo lloré, y que rían como yo también reí. Quiero hacerles sentir a
los lectores de mil maneras distintas, como ellos me han hecho sentir a mí
tantas cosas con sus poemas.
Cuando entré en “La casa de los poetas”, sentí mucha
curiosidad y ganas de memorizar cada uno de los detalles que descubría. Yo
tengo una especial debilidad por Bécquer, no solo porque su vida amorosa
parezca de locos y me recuerde a una
telenovela latinoamericana, sino porque sus poemas me atraen extrañamente, como
si sus palabras me enmantaran. Hay un poema de Bécquer que para mí es
excepcional y que es siempre el que me
viene a la mente cuando me preguntan por él. He encontrado en esos versos una
parte de mí, como si Bécquer hubiera reflejado en esas estrofas lo que yo he sentido: “Volverán las oscuras
golondrinas” es sin duda uno de los poemas más bonitos que he leído nunca. . Me
encantó también aquel video de “El
monte de las ánimas”, misterioso y tenebroso, como la misma leyenda.
La verdad es que estuvo realmente genial la visita. Como
ya he comentado antes, la parte más interesante para mí fue la de Gustavo
Adolfo Bécquer, pero en realidad, en todas las secciones había aquella cosita
te no te dejaba perder el hilo de la visita.
Esa noche nos fuimos a dormir con otra lección de
literatura bien aprendida.
Bet Riba
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