Jueves 9 de abril,
ese día fuimos a Valdegeña y quizá fue una de mis jornadas preferidas, digo
quizá porque cuesta escoger entre las muchas y distintas vivencias que me llevo
de este viaje. Escojo Valdegeña porque es en este pequeño pueblecito de escasos
habitantes donde he vivido una experiencia que hasta el momento no había tenido
la suerte de vivir. En este pueblecito, por unos minutos, por unas horas, me he
convertido en los ojos, en los oídos y en el tacto de un escritor descubriendo
lugares que Avelino Hernández introduce en sus novelas, muchos de los cuales
son la base de su inspiración.
Si como he dicho
antes Avelino nutre sus novelas con distintos escenarios y recuerdos atados a
su pueblo natal. Un buen ejemplo lo encontramos justo al entrar en el pueblo.
En uno de los primeros hogares vivía un hombre que lanzaba su boina al suelo y
gritaba con rabia cada vez que se enojaba. Este hecho dio lugar al cuento de: La Boina Asesina del Contador de Cuentos.
Otro ejemplo es la escuela, una escuela que sale en Mientras cenan con nosotros los amigos, en donde la Pobre Veneranda
traía cada día agua fresca de la fuente para los niños, pues no tenía nada más
que lo poco que conseguida haciendo de espigadora. También se conserva la casa
de Isabelita la bandolera, quien daba refugio a los bandoleros cada noche
cuando venían al pueblo.
Otro lugar digno de
las novelas de Avelino es la Iglesia de San Lorenzo. Subiendo cuesta arriba,
cuando llegas a la última hilera de casas, empiezan los 62 peldaños de una
ancha escalera. Una escalinata de piedra que nos deja a la altura perfecta para
ver Valdegeña debajo y al frente el paisaje soriano allanado que se rompe por
la grandeza y desnivel del Moncayo detrás de la Sierra del Madero. Siguiendo el
camino encontramos a mano derecha la bonita Iglesia de San Lorenzo, a mano
izquierda el camposanto. Un cementerio donde yacen los padres del autor en una
simple tumba cavada en la tierra; una tumba sencilla, sin lápida encima. Y es
que para Avelino Hernández, la muerte era esto: "acabar, morir, sembrar,
rebrotar, crecer, dar fruto". Y es quizás cuándo enterramos a alguien le
devolvemos a la tierra lo que es suyo. En la tierra naces y en la tierra
mueres, a quién te da la vida se la devuelves, quién te hace rebrotar es quién
te acoge una vez marchita; todo para volver a empezar de nuevo.La iglesia de
San Lorenzo, por otro lado, es un lugar mágico por su arquitectura románica y
por la espiritualidad que se respira dentro del templo.
Pero si tenemos que
destacar un momento mágico por su emotividad, éste es, cuando oímos de nuevo duda
la historia del hermano cuarto en la casa familiar de Avelino. Una historia
homenaje a su hermano Ricardo que, tras
cobrar su primer sueldo, invitó a vermut con sifón y aceitunas a sus
compañeros, y con lo que le quedaba compró dos relojes con rubíes en los ejes,
de los que anunciaban en la radio: uno para su padre y otro para su hermano
pequeño, Cesar Cayo en la novela, Avelino en la realidad. El momento en que Alexandra leyó esta historia
al lado del protagonista de la misma, el Ricardo real, fue sin duda un momento indescriptible,
uno de los que me llevo para siempre de este viaje.
Arnau
Rovira Veciana